¿Ingenuidad de los taínos o el adelanto de los españoles? (2)

¿La ingenuidad de los taínos o el adelanto de los españoles? (2)

¿La ingenuidad de los taínos o el adelanto de los españoles? (2)

*Por Hanlet Domínguez

La carta habladora había sido todo un éxito; los taínos siguieron pensando que las misivas hablaban, y los españoles, con esto, habían cumplido su cometido. Cuenta De Las Casas que, días después del incidente en La Vega y Bonao, se presentaron, ante Bartolomé Colón, unos mensajeros del sur (del cacicazgo de Jaragua), enviados por Bohechio y por Anacaona.

Estos taínos le notificaron a Bartolomé que los tributos de algodón y casabe que él les había pedido estaban listos. En este sentido, vale explicar que, unos meses antes, un puñado de españoles se habían presentado a dicho cacicazgo y habían solicitado a Bohechío que aceptara ser súbdito de los Reyes Católicos y pagarles tributo. Para sorpresa de los conquistadores, según cuenta De las Casas, el rey Bohechío dijo, de una vez y sin titubear, que sí aceptaba la propuesta (algo extraño en un rey tan poderoso).

En aquel episodio, Bartolomé Colón le había explicado a este rey, vía intérprete, cómo podría tributar, ya que el cacique estaba muy confundido. Bohechío le había objetado que en su reino no se producía (ni aparecía) oro y, entonces, ¿qué podía tributar?  De este modo, Bartolomé le pidió que le tributara de lo que aquella tierra más producía (algodón y casabe). Estos tributos sustentaron, tiempo después, a los españoles en los tiempos de hambrunas en La Isabela.

Fue en este contexto en que decidió el hermano del almirante ir a visitar Jaragua para recoger las mercancías que habían sido preparadas.  Allí fueron muy bien recibidos, con el doble del tributo que ellos esperaban. Muy contentos, los colonos les dieron las gracias a Bohechío y a su hermana Anacaona. Bartolomé mandó un mensajero para que, desde la Isabela, le mandaran una de las carabelas que allí estaban ancladas porque, de otro modo, no podrían cargar todo lo recaudado.

Al llegar las carabelas a Jaragua,  Anacaona se mostró muy contenta, y trató de convencer a su hermano diciéndole que ella quería que ambos se montaran en las “supuestas canoas de los cristianos”,  de las que tanto se hablaba en los otros cacicazgos. En el trayecto hacia la costa, se quedaron a dormir en un lugar secreto privilegiado de Anacaona, donde ella tenía almacenado mucho más algodón y se tejían las famosas  “naguas” (las faldas cortas que usaban las tainas). Allí, esta jefa indígena les dio algodón hilado y otras mercancías a los españoles, quienes en ningún momento dijeron que no a nada.

La mayoría de los historiadores concuerdan en que los taínos eran muy dadivosos. De las Casas también añade, en sus escritos, que eran liberales. Entonces, Anacaona, con toda su dadivosidad y con su aire palaciego, quiso montarse en la misma canoa junto con Bartolomé Colón y, llegando cerca de la carabela, los marineros españoles soltaron varios cañonazos, por lo que, como resultado, se tiraron todos los taínos de sus canoas al agua (nunca habían visto o escuchado algo similar). Parecía que el cielo se les caería encima, como cuando truena el cielo.

No era una emboscada ni una trampa: era un relajo de Bartolomé, quien explotó de la risa al ver la reacción de la realeza de Jaragua. Luego, Anacaona y Bohechío subieron a la carabela. Parecían niños con juguete nuevo, pero con cierto miedo. Iban de proa a popa, maravillados por lo que veían. Los españoles alzaron anclas y desplegaron las velas.

Aquel momento fue espléndido: pensaban los taínos que estaban volando en esa nave. Por primera vez perdieron el miedo y pudieron disfrutar el pequeño paseo.

Bartolomé de Las Casas narra parte de esta historia en su Historia de Las Indias (Tomo II) capítulo CXVI.

Hanletdominguez@gmail.com

*El autor es historiador



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