Al margen de la interpretación que se le pueda dar a lo que ocurrió ayer, era generalizado el sentimiento de hacer un llamado de atención al Gobierno sobre inconformidades por el estado de cosas que vive el país.
El Gobierno tiene los mecanismos para hacer los estudios sociológicos que le permitan interpretar con claridad los motivos de esa actitud de una parte importante de la población.
Si las autoridades quieren esconder la cabeza o hacerse de la vista gorda, pues le sobrarán argumentos para justificar no ver lo que parece obvio.
Hay un estado de indignación muy difundido, del cual también tienen responsabilidad los empresarios, no vayan éstos a creer que el sentimiento es exclusivo hacia el Gobierno.
Indigna, por ejemplo, le mentalidad rentista de nuestro empresariado, al que pareciera sólo importarle mantener sus altos niveles de rentabilidad y por lo tanto aumentan precios de productos o tasas de interés de forma imprudente, sólo para mantener o aumentar sus márgenes de beneficio.
Como indigna el despilfarro con el que se manejan muchos funcionarios o las inversiones no prioritarias o descontroladas.
El motivo fundamental de lo que ayer ocurrió fue la indignación, más que el poder de convocatoria de algún grupo en particular.
Por lo tanto, la indiferencia sería el peor camino que pueden asumir las autoridades, el comercio y el empresariado.