La historia oscura de Chito

La historia oscura de Chito

La historia oscura de Chito

Vladimir Tatis Pérez

Es probable que todos supieran que Chito nació mosca aunque ahora sea ciempiés. Y aunque era acusado de haber nacido en otro desagüe, los que lo conocen saben bien que Chito es descendiente de los primeros insectos que llegaron a la cañería. Por eso no entiende por qué lo quieren desterrar de su propio hábitat. Por qué lo acusaban de falsear sus orígenes, de vivir husmeando en los cacharros limpios de la cocina y de hacerse el dormido en los rincones para robarles la comida a los bichos más empobrecidos.

Chito no se quiere ir a ningún otro desagüe. A él le gustan esos tubos de hierro, porque en ellos sus cien patas se pueden adherir sin resbalar. En los plásticos ni siquiera la oscuridad es igual. Además, no conoce a nadie en ningún otro lugar de la casa. Es su tubería, la de toda la vida, donde ha aprendido a desplazarse como nadie. Cuando nació, ya sus abuelos estaban allí.

Chito ha sido casi de todo en la vida. Fue mosquito, mosca, piojo, cucaracha y hasta gusano, pero ahora es un ciempiés casero. Es que uno no elige donde y qué nacer.

Los días que fue mosca, estaba encargado de suministrar información alimenticia y siempre lo hizo con eficacia aunque casi no le daban de comer. Robaba para no morirse de hambre. Como gusano trabajó más que nadie buscando los caminos más seguros para llegar a la alacena en busca de alimentos para el grupo. De cucaracha, en los momentos de oscuridad, cuando el olor de los alimentos podridos le embriagaba transportándolo a placeres nauseabundos, prohibidos y peligrosos, siempre se le veía masticando plástico fino entre las grietas de las paredes, vigilando. Él era el más preparado para sobrevivir a los días de frío, a esos días aburridos donde no se podía salir con libertad a la encimera. Nadie sabía cómo podía correr sonriente, en las estanterías, así, con tantos pies.

Cuando la comida escaseaba, cuando todo estaba por hacer era Chito quién trabajaba por ellos. Son famosas sus historias: se escapaba de las trampas, disfrutaba de la oscuridad. Desandaba por curvas o rendijas que nadie era capaz de llegar. Subir a los armarios y desandar por las ropas sin mostrar ni una pizca de miedo. Siempre pendiente de un rincón debajo de la mesa, atento a la rendija más próxima que le sirviera de escape. Se escondía de forma magistral en los cacharros más limpios. Trepaba con desfachatez por las paredes de ladrillos hasta llegar al grifo y se quedaba ahí, en lo alto, esperando a que las luces se encendieran para luego salir corriendo y bajar por la tubería sin dar el mínimo aviso de su presencia.

Y es verdad que a veces a Chito se le iban los pies y dañaba a los que no se podían defender, pero siempre desde el cariño, siempre desde la broma, con esa actitud de los que tienen mucha personalidad. Es probable que muchos lo vieran como un vago y maleante. Si no eres cucaracha de nacimiento y si no has nacido en este desagüe, es difícil que te acepten. Aunque muchos otros los defendían y decían todo lo contrario.

La división en el desagüe era extrema. Muchos temieron una guerra entre los bichos de diferentes especies. Tuvieron que venir los sabios del desagüe principal a mediar. Y todo porque Zonzo, la cucaracha que solo le gustaba comer queso mozarela, lo acusó de no ser una cucaracha auténtica. Llevó sus quejas al tribunal supremo de los insectos.

Bajaron una noche de lluvia, una de esas noches donde no se puede hacer nada más que disfrutar la oscuridad entre tuberías. Decidieran lo que decidieran, ya nada iba ser igual para Chito, fuera o no fuera del lugar lo iban a deportar. Fue la noche ideal y la más triste. El desagüe estaba obstruido, el olor era de los que más le gustaba a los bichos sabios, ya el agua negra se asomaba al sifón.
En una sentencia sin igual lo despojaron de todo lo que tuviera que ver con el fregadero.

Al amanecer Chito fue capturado y enviado, a pesar de las protestas, al sumidero central de la casa. Alguien dijo que había nacido ahí, pero él juró que nunca había estado en ese lugar, que volvería como fuera. Pero Chito nunca fue el mismo. Nunca volvió y nunca se fue. Se quedó deambulando en la inercia. Tampoco fueron los mismos los demás bichos. El miedo se apoderó del desagüe de la cocina. Pensaban que en cualquier momento los expulsaban como forasteros. Aunque no lo aceptaban, temían que los despojaran de ser lo que habían nacido.

Vladimir Tatis Pérez



El Día

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