La ley de partidos políticos no se ha aprobado por el interés que tienen las cúpulas de las tres organizaciones con representación congresional de mantener secuestrada la democracia interna.
Tampoco ha sido sancionada porque esa misma dirigencia prefiere manejarse mediante acuerdos de aposentos o haciendo negociaciones espúreas.
La Junta Central Electoral ha enviado en varias ocasiones buenos proyectos de ley de partidos políticos en los que han dialogado todos y con la asistencia técnica de organismos internacionales.
La aprobación de esa pieza legislativa no le ha interesado al oficialismo ni a la oposición.
Esa es la realidad sin adornos.
El tema no es el escenario donde se discuta el proyecto, ni con cuáles actores. La realidad es que a la cúpula de los partidos no le ha interesado.
Algo parecido ocurre con la Ley Electoral. Solo hay que ver los informes económicos que presentan nuestros partidos políticos reconocidos. Son una verdadera vergüenza.
La Junta Central Electoral y la Cámara de Cuentas tienen años señalando esa situación, sin embargo no se corrige. Los partidos llegan al descaro de coger prestado lo que recibirán en el futuro por la ley de financiación de esas organizaciones.
No les ha interesado fortalecer su democracia interna ni hacerse transparentes en el manejo de los recursos públicos.
Esas son dos poderosas razones por las que todavía esas dos leyes no han sido aprobadas.
Si se pusiera la hipocresía a un lado, se entendería el porqué después de tantos años seguimos sin leyes de partidos y electoral.