La Dirección General de Impuestos Internos (DGII) ha puesto en marcha una verdadera reforma que le ha permitido mejorar sus recaudaciones haciendo una sola cosa: aplicar la ley.
En ese camino ha encontrado evasores profesionales, estructuras destinadas a desfalcar, contrabando y en algunos casos incumplimiento por desconocimiento sin intención dolosa.
También ha descubierto incumplimientos como consecuencia de la dejadez y falta de diligencia de la propia DGII.
Atacar esos campos le ha dado buenos resultados al fisco, sin que se materialice la reforma fiscal de la que tanto se ha hablado, pero que no se ha podido aplicar por falta de consenso o por situaciones políticas coyunturales.
Se ha avanzado en eso de poner la casa en orden en materia tributaria.
La DGII tiene la responsabilidad, y así parece que empieza a ocurrir, de ser inflexible y ruda en sancionar al que estafa o engaña al fisco de manera intencional.
También tiene que orientar y acompañar a quien por inobservancia o dejadez de la propia DGII no ha cumplido como debe, siempre que se demuestre que no hubo intención de delinquir.
En ese ordenar la casa, los funcionarios de la DGII encontrarán muchos obstáculos y quienes maniobrarán para dañarlos. Es ahí donde la parte sana de la sociedad tiene que ponerse a su lado, para que quienes actúan de manera correcta no se sientan abandonados.
Magín Díaz tiene una recta que se le mueve bien y ha usado sus lanzamientos para que se sepa que quien engaña al fisco corre riesgos que son mejor evitar.
Si eso mismo se aplicara en todos los ámbitos, si violar las leyes y normas tuviera consecuencias para los violadores, de seguro que hasta el tránsito fluyera mejor.