La gente y las reglas de la economía

La gente y las reglas de la economía

La gente y las reglas de la economía

Si le creemos a los demiurgos, uno de los temas que tratará el presidente Danilo Medina en su alocución de hoy es la posible reforma del Código Laboral.

Ya se han hecho públicas diversas opiniones anticipadas en pro y en contra de este supuesto propósito.

Desde mi punto de vista, un debate sobre el Código Laboral podría brindar buenos frutos, porque obligaría a encarar un problema complejo e importante desde ópticas distintas.

Si ocurriera, significaría un gran avance, porque el régimen laboral es uno de los temas que, más que el intercambio de argumentos, suele provocar una batalla campal en la que lo menos importante es escuchar al otro.

Lamentablemente, ya han surgido voces propugnando zonas de silencio. Casi podría entenderse que lo haga el sector patronal o el sindical, pero ahora se ha sumado uno de nuevo cuño que, amparado en cierta idea de la sociedad, entiende que el debate en cuestión es puramente “económico” y de “mercado”.

Es decir, quieren expulsar el lenguaje de los derechos de la discusión sobre la reforma laboral. Para ellos, las personas se reducen a actores del mercado y lo único importante es aquello que se pueda medir en términos monetarios.

La primera obviedad es que este enfoque es insuficiente, toda vez que el derecho al trabajo tiene un contenido muy desarrollado en la Constitución de la República, que escapa a la reforma legal del régimen laboral. Quien no tenga eso claro pierde su tiempo y se lo hace perder a otros.

Pero las limitaciones de esa perspectiva van mucho más allá y, al mismo tiempo, son más básicas. Los seres humanos no son simples agentes del mercado, son personas y tienen sentimientos, lealtades, miedos, anhelos y angustias.

Esas cosas, que impiden actuar siempre dentro de los límites de la racionalidad económica, son las que nos hacen humanos. Además, cuentan con protección constitucional.

Acostumbrados a lidiar con un bien fungible y abstracto como el dinero, están convencidos de que la condición humana tiene las mismas características o de que quien “padece” su humanidad simplemente debe pagar el costo económico.

Eso se nota en sus propuestas.

No hay forma bajo el cielo o sobre la tierra de obligar a las personas a actuar al margen de su condición humana. Intentarlo ha sido el error del comunismo y del capitalismo extremo, ideologías que han chocado siempre con esa dura realidad. No tenemos por qué reeditar ese error.



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