La fatiga por la información
Ocurre en la sociedad actual aquello que canta Octavio Paz en el poema “Viento entero” (1964-1968)) resumido en el verso que reza “El presente es perpetuo”.
La reificación y culto de la representación, en tanto que hacer ver, aparentar, antes que esencialmente ser, ha convertido nuestro tiempo y a nosotros mismos en una sociedad narcisista.
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Las redes sociales no son solamente indicadores marcados de la aceleración en el tiempo y la modificación del espacio y la comunicación, desde la modernidad a la tardomodernidad, propios de la revolución digital, sino también, nuevos oráculos del narcisismo, banalidad, presunción consumista y el espectáculo pueril.
La nueva racionalidad tecnológica y el apogeo de los medios y artefactos digitales, si bien nos permiten transgredir, a favor nuestro y de la comunicación, las barreras convencionales del tiempo y el espacio, no es menos cierto que incrementan el riesgo de convertir lo privado en público y viceversa, de aligerar y relativizar el peso de la responsabilidad individual y los valores sociales, y de generar un nuevo modo de alienación, más allá del que previó Marx producido por la mercancía en el sujeto, capaz, esta vez, de atrofiar la identidad, la capacidad de pensamiento analítico y la creatividad en el ser humano.
La lógica de la racionalidad digital va cónsona con la lógica del consumismo y de la sociedad de la eficacia laboral, que disfrazados de libertad, han forjado un nuevo modo de esclavitud en la posmodernidad: la esclavitud de la movilidad, la desechabilidad y la vertiginosidad.
La información, como atributo fundamental de la era de la transparencia, es ciertamente una conquista de la humanidad. Viene, por supuesto, aparejada a la revolución digital.
No obstante, debemos tener claro que más información no es sinónimo de mejor conocimiento. Tampoco, mayor instrumentación tecnológica per se garantizará una mejor educación en nuestros niños y jóvenes.
Además, hay que prestar atención a un fenómeno paralizante del sentido útil de la tecnología y la información que se llama “infoxicación”, término creado por Alfons Cornella (2013).
Se trata del consumo excesivo de información, a tal magnitud, que arrodilla al pensamiento, por cuanto el individuo, por más que desee, no está en condiciones de asimilar la calidad de esa cantidad de datos (big data), y como sustentó Umberto Eco (2013) esa adición delirante de información provoca amnesia. El cibernauta ve todo sin profundizar nada. Un estudio de la Universidad de Berkeley reveló que entre 1970 y 2000, apenas treinta años, se generó más información que en todo el período de la prehistoria de la humanidad.
El sicólogo David Lewis (1996) acuñó el término “Síndrome de fatiga de la información”, que el filósofo coreano Byung-Chul Han (2014) prefiere llamar “cansancio de la información”.
La fatiga del pensamiento, por exceso de información, constituye una atrofia.
La percepción, que de acuerdo con el poeta W. Blake nos posibilita ver el lado infinito de las cosas, se embota y trunca la libertad de pensar, como consecuencia de este síndrome de cansancio informativo.
Contar con más información sobre la sociedad y el mundo no conduce a un mejor conocimiento de estos; del mismo modo en que más transparencia, como información, no es sinónimo de clarividencia. Internet transparenta, pero, también oculta, ensombrece.
Se llega a un punto en que el exceso de información no informa, sino que deforma. De igual modo, el complejo andamiaje y diversidad comunicativos han llegado a su punto de inflexión: antes que comunicar, solo acumulan información.
El cansancio por la información excesiva causa síntomas depresivos y de ansiedad en la personalidad posmoderna. Como dice el poema de Paz: “ver duele”.
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