El represivo y corrupto dictador Daniel Ortega consumó su permanencia en el poder con un mamotreto al que llamó elecciones en la que solo participó él y los suyos.
Todo opositor que mostró intención de terciar en los comicios fue encarcelado, exiliado y perseguido.
Ortega acudió solo a su farsa y se encargó de no correr el riesgo de que la población pudiera dañarle el plan no ofreciendo la oportunidad de que los opositores terciaran en los comicios.
Daniel Ortega, como cualquier dictador pasado y presente, no merece durar un día más oprimiendo a un pueblo que como Nicaragua es merecedor de mejor suerte.
Nueva vez la comunidad internacional peca por omisión ante los desmanes del dictador Ortega y su camarilla.
El actual dictador nicaragüense actúa con peor talante que el también dictador Anastacio Somoza, a quien el mismo Ortega ayudó a derrocar en la década de los ochenta.
La restauración de la democracia en Nicaragua requiere un activismo de los nicaragüense y el respaldo de la comunidad internacional, especialmente los países de América signatarios de la Carta Democrática.
El simulacro de elección, sin competencia, es una burla y una vergüenza hemisférica.
Ortega es un tirano usurpador que merece el destino de los tirados: el destierro del poder.