Hablar de la falacia de composición significa que quienes construyen su verdad o hacen una narrativa que se la creen como verdadera, hacen grandes esfuerzos para que el conjunto de la población también la valide. Es de tal forma que se opera la falacia de composición que la misma se sustenta en argumentos construidos considerando ciertas características particulares cuya pretensión es generalizar los elementos que la constituyen para que se asuma por todos, tal cual.
Ya resulta como algo habitual que muchos gobernantes y burócratas recurran a utilizar el mecanismo de la falacia de composición para hacer creer que algo que está mal ha sido superado y, por tanto, todo anda muy bien, que se está ante la presencia del paraíso terrenal sin precedentes históricos. Son conscientes al utilizar argumentaciones que difieren bastante de la realidad, pero su objetivo es confundir de forma apresurada a la población para hacer valer sus verdades.
Erróneamente, y sin reparo alguno, ponen en practica temas muy delicados e hipersensibles para levantar sentimientos de carácter patrióticos y sociales procurando generar dividendos político electoral sin medir las consecuencias. En la mayoría de los casos tienden a recurrir a temas que involucran lo social y lo económico que puedan ocultar el deterioro de la actividad económica o una agudización de la estabilidad de precios.
La falacia de composición parece no tener límites por parte de quienes la utilizan como herramienta a la hora de falsear la realidad por lo que tienen el coraje de aplicarla a la economía cuando se trata de analizar de modo concluyente aspectos económicos muy relevantes. En efecto, en los análisis económicos resaltan la manipulación del comportamiento del Producto Interno Bruto, PIB, y su crecimiento, la estabilidad de precios, el endeudamiento público, el déficit fiscal, los niveles de desempleo e inflación.
Para construir los argumentos de la falacia de composición en economía, sus autores sustentan los mismos en la economía descriptiva la cual permite hacer una descripción de las cifras económicas en un determinado momento y lo justifican con inverosímiles comparaciones con el crecimiento del PIB de otras economías sin reparar la base sustantiva de cada economía, esto es, los sectores que motorizan esos dos indicadores macroeconómicos. La ligereza y el simplismo son tan evidentes que resulta muy notorio el uso irracional de los datos estadísticos ya que colocan en primer plano sus criterios personales por encima de la realidad.
Pero es que los constructores de la falacia de la composición se refugian en la economía descriptiva con la finalidad de oculta su ausencia del conocimiento de la metodología de analizar la relación causa y efecto del comportamiento de la economía. Y por tal razón es que se caracterizan por evadir, asumir y sostener reflexiones y juicios de valor económico ante el desempeño de la actividad económica. Son incapaces de explicar que la inflación tiende a ser afectada ante un incremento desproporcionado de la oferta monetaria, razón la que tampoco logran entender la tipología de política económica que se requiere aplicar.
La mayoría de los informes que se realizan sobre la economía descansan en la economía descriptiva, lo cual nada de malo tienen siempre y cuando se sustenten con ciertos criterios objetivos de observación escrupulosa de las cifras describiéndolas y clasificándolas con apego a la realidad. Y ha de ser así ya que la economía descriptiva nunca debe abandonar la teoría económica en su fase de análisis así como de hacer uso de las cifras de forma proporcional, justa y objetiva.
A la Luz de la razón, se debe resaltar que cuando se recurre a la economía descriptiva no se debe soslayar que esta se afianza en el método científico para la construcción de sus descripciones. Sin embargo, quienes caen en la falacia de composición son capaces de desnaturalizar el análisis al contaminarlo con la manipulación fruto de que su único afán es lograr un efecto de convencimiento y ocultar la realidad que se vive.