La fábula de la seguridad ciudadana

Una fábula es un texto de juegos protagonizado por animales que hablan, y escrito en prosa o verso, con una intención didáctica de carácter ético y universal, su parte final se denomina moraleja.
En otras palabras, un cuento popular, corto, que nos deja alguna enseñanza.
Tal parece que la seguridad ciudadana ha caído en el nivel de las fábulas, puesto que cada vez más escuchamos que la delincuencia ha caído en no sé cuántos tantos por ciento; que tal barrio es supuestamente más seguro que el otro; que los feminicidios disminuyen; que los atracos son menos; que andar por las calles o dormir de noche es cada vez más placentero.
Sin embargo, nuestras observaciones arrojan que la seguridad ciudadana es solo una fábula creída por quienes hacen los cuentos.
Los asaltos a conductores, realizados por algunos de los pocos motoristas que usan cascos completos, no para protegerse en caso de accidentes, sino para encubrir su rostro, son cada vez más comunes, especialmente en tapones donde el conductor se ve imposibilitado de emprender acciones evasivas.
La enorme cantidad de construcciones de torres residenciales (¿quién me dice que hay parálisis en la construcción?) ha traído consigo robos peculiares en las residencias aledañas, que son objeto de constante vigilia por cacos allegados a los obreros que honestamente desempeñan sus labores.
La Zona Colonial ofrece ahora, además de vigilantes de vehículos parqueados, escoltas acompañantes a las salidas de centros nocturnos para evitarle ser asaltado por “tecatos” desesperados, pillos o ladronzuelos.
Las plazas, supermercados y muchos otros comercios tienen guardianes adicionales, no para cuidar al negocio, sino a los parroquianos que llegan y se van desde sus vehículos o el transporte público, para evitar que sean criminalizados.
La seguridad ciudadana: una fábula más que no podemos seguir permitiendo se expanda por todo el territorio nacional.
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