La circulación profusa de un vídeo que muestra a tres adolescentes semidesnudas en un baile propio de los denominados “perreos” ha llamado la atención del Ministerio de Educación, que ha anunciado la intervención del centro educativo en el que tuvo lugar.
Que ocurran estas cosas en una escuela pública es para lamentar. Y como desde Educación se ha iniciado la investigación del caso con el propósito de determinar responsabilidades, tal vez sirva de algo hacer algunas precisiones.
No se trata sólo de reconvenir a las adolescentes, a los maestros y tal vez a la Dirección del centro de estudios donde tuvo lugar la grabación. Junto con ellas había otra persona encargada de grabar. ¿Era alguien del mismo rango de edad?
Debe ser relativamente fácil para el Departamento de Orientación y Psicología del Ministerio de Educación investigar, hallar a los que participaron, sin dejar fuera al que colgó el material en la internet, y establecer sanciones.
Pero, y esta es tal vez es la “precisión” más importante de las anunciadas en el segundo párrafo de esta nota editorial, no pueden ser orientadas apenas las familias de las que proceden los que participaron en este hecho calificado de “impúdico” desde Educación.
La familia es, en realidad, delegada de la sociedad en la alimentación física y moral de las personas a las cuales, por su minoría de edad, se les considera mentalmente inmaduras para determinar las fronteras entre el bien y el mal y decidir con inteligencia entre el uno y el otro.
Los padres o los tutores son, en primera y en última instancia, los responsables de este tipo de comportamiento, el centro de estudios ha sido, en este caso, el lugar escogido por los exhibicionistas, no precisamente de las habilidades en matemáticas, gramática o química.