El país que describen los gobernantes dominicanos es, a simple vista, un lugar admirable: seguro, con hospitales de primer nivel, agua confiable y un sistema educativo ejemplar.
Un país casi perfecto. El problema es que ese país sólo existe en sus discursos. No en su vida diaria ni en la realidad del ciudadano común.
Mientras proclaman que las calles son seguras, se mueven rodeados de escoltas y vehículos blindados, como si vivieran en un estado de excepción permanente.
Hablan de una seguridad ciudadana envidiable, pero su conducta revela otra cosa: ellos mismos no se sienten protegidos por el sistema que aseguran funciona tan bien.
Cuando se trata de salud pública, la contradicción es aún más evidente. Las autoridades celebran hospitales “modernos”, equipos de última generación y atenciones como en países desarrollados. Sin embargo, al primer síntoma serio, el destino nunca es un centro público del país. Es un vuelo hacia Miami, Houston o Madrid.
Lo que expresan con esto esto es que, simplemente, no confían en la salud que le recomiendan al pueblo. Con el agua ocurre lo mismo. La describen como potable, segura “y apta para el consumo”. Pero en sus hogares usan botellones, filtros industriales o sistemas de ósmosis inversa. Si el agua es tan buena, ¿por qué no la consumen?
Y qué decir de la educación, la que aseguran los funcionarios del sector, que es de calidad y que las escuelas han avanzado. Pero sus hijos estudian en colegios privados bilingües, en internados extranjeros o en universidades fuera del país. Nuevamente, sus decisiones contradicen su discurso.
Este patrón repetido, en seguridad, salud, agua, educación y prácticamente todas las áreas, revela una verdad incómoda: los políticos dominicanos viven en un país distinto al que gobiernan. No en otro territorio, sino en una burbuja donde sus familias no dependen de los servicios que ellos mismos gestionan.
Durante años, han sostenido esta doble narrativa con cierta facilidad. Han mantenido al pueblo engañado con palabras bonitas, estadísticas maquilladas y promesas que se diluyen en la rutina. Pero los tiempos están cambiando…
Etiquetas
José Miguel de la Rosa
Egresado de la carrera de Comunicación Social, mención Periodismo, por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA). Posee diplomados en comunicación política, periodismo de datos, periodismo digital, entre otros. Cuenta con más de 13 años de experiencia en el ejercicio periodístico, co...