En el mundo político dominicano encontrar dos políticos amigos una vez se separan de la estructura partidaria en la que militan es sumamente extraño y casi imposible. Pero toda regla tiene su excepción.
Y la excepción no se hace esperar y se llama Reynaldo Pared Pérez, un hombre formado en las lides peledeístas, de abajo hacia arriba, casi igual que el doctor Leonel Fernández. Y digo casi igual, porque ambos lograron escalar, a pesar de los pesares, para muchos enanos y envidiosos de los alcances de sus semejantes.
Ellos una vez desaparecido el líder y fundador del partido de estrella amarilla y la bandera morada se convirtieron en las figuras claves, si claves, para que los seguidores de Juan Bosch consolidarán una opción política para el ejercicio del poder en el país.
El crecimiento político dentro y fuera del partido, de ambos: Leonel y Reynaldo, aunque algunos los atribuyen a la magia y al experimento de Danilo Medina, no es así, pues ambos son el fruto de sus capacidades profesionales e intelectuales y porque no, de su pragmatismo político y la forma de ganar amigos.
Y ese influjo, casi imán, fue creando y ensanchando unos vínculos, lazos, de amistad, respeto y camaradería pocas veces visto entre dos políticos cuyo desarrollo lo llevan a la presidencia y a la secretaría general, respectivamente, del partido fundado por Bosch, una vez que desaparece éste del escenario político.
Sin entrar, ni profundizar, en detalles, pero coincidiendo casi a la perfección fuera del tiempo y el espacio de la época de la fundación y posterior escisión peledeísta, el partido, un diciembre fue fundado y en un diciembre mostraron al país, a la nación dominicana que ellos se colocaron por encima de las circunstancias y mostraron que su vida política-partidaria los unió en lo personal lejos de separarlos, cuando el tiempo y la incongruencia de los errores de la conducción del partido desde el Estado abortó e hizo zozobrar la nave de la organización y casi del país.
Pero diciembre del 2020, sirvió para que ellos mostraran que más allá de la división hay un espacio de respeto y admiración mutua cuya amistad fue testimoniada con dos testigos íntimos: la esposa, amiga y confidente y el hijo que experimenta las vivencias del padre en un mundo donde no todo debe ser diatribas, sino también dejar crecer y regar ramos de olivo, como diría un diestro profesor una vez en mis tiempos de estudiante en el Fantino, de mi vida, pero que destacando que siempre, sin importar los momentos de dificultad que nos toquen vivir existe la esperanza de que la amistad se imponga a los desaciertos que imponen la separación, ya sea política, empresarial o familiar.
Ojalá y se entendiera, en todo el estamento político criollo y que sirva de ejemplo el mensaje que lleva implícito el encuentro, en la residencia del, aún secretario general del PLD, su esposa, doña Ingrid de Pared Pérez y del ahora presidente la Fuerza del Pueblo y su hijo Omar Fernández, en esa tarde de diciembre, 47 años después de la fundación del PLD y un año después de su división. El mensaje es claro: Una cosa es la política y otra muy distinta la amistad.
*Por Abigaíl Peña