LE BOURGET, Francia.-La palabra en boca de muchos negociadores capaz de abrir la puerta al tan ansiado acuerdo global contra el cambio climático que salvará al planeta: se trata de la «diferenciación» entre países ricos y en desarrollo sobre las medidas, el camino y los medios financieros o tecnológicos para combatirlo.
Los representantes de 195 países participantes en la Conferencia de las Partes (COP21) tienen hasta el 11 de diciembre para ponerse de acuerdo en un texto que de momento tiene 50 páginas y más de 1.400 corchetes.
Las negociaciones para limitar a 2ºC el temido calentamiento del planeta siguen estancadas en divergencias Norte-Sur que poco han cambiado sustancialmente desde hace más de dos décadas. La idea de distinguir el esfuerzo que debe hacer cada país en función de su responsabilidad y sus capacidades -la famosa «diferenciación» prevista en la convención inicial pactada en 1992- se perfila como el nudo gordiano que los diplomáticos deberán desatar en una semana.
«Tenemos que enfrentarnos a esa papa caliente, la diferenciación», sintetizó Pa Ousmano, el negociador de Gambia.
«Somos diferentes, tenemos distintas capacidades y debemos llegar a un acuerdo que refleje esas realidades».
Para lograrlo, la comunidad internacional adoptó en 2011 el camino de planes voluntarios (INDC) de reducción de gases de efecto invernadero: cada país, grande, pequeño o minúsculo -de China a los atolones del Pacífico- define su propio camino.
Pero esa estrategia «a la carta» condujo a que en París muchos países en desarrollo la denuncien como demasiado indulgente para los que más contaminaron desde hace más de un siglo para desarrollarse.
Venezuela y sus condiciones
Un total de 184 países sobre 195 ya presentaron sus INDC, pero la ONU sumó todos los esfuerzos y lo números no dan: si bien se evitará un aumento apocalíptico de la temperatura promedio mundial, la columna de mercurio subirá entre 2,7 y 3,5ºC, muy por encima del techo de 2ºC.
«La diferenciación es la clave para proteger la integridad de la Madre Tierra», dijo Diego Pacheco, que encabeza la delegación de Bolivia, uno de los numerosos países que preconizan una meta más ambiciosa de +1,5ºC.
Según Pacheco, el camino de la diferenciación debería distribuir el «presupuesto de carbono» disponible en el planeta «en función de las responsabilidades históricas», dejando a los menos desarrollados la latitud de seguir emitiendo hasta alcanzar mayores niveles de desarrollo.
Un argumento parecido fue planteado por el ministro de Ecosocialismo de Venezuela, Guillermo Barreto, que condiciona la presentación del INDC de Venezuela a los avances de lo negociado en París.
«No podemos comprometernos sin saber cómo va a ser el final de esta negociación ni qué es lo que va a quedar», explicó Barreto a la AFP.
«Para nosotros, es muy importante que esté explícita la diferenciación, que haya compromisos hacia una reducción diferenciada».
Reclamó incluso el derecho a que países como Venezuela -responsable de emisiones que no superan el 0,5% mundial- puedan aumentar «un poco» sus emisiones «porque tienen que erradicar la pobreza y desarrollarse».
Nicaragua, que también llegó a París sin INDC, reclama por su parte que la ONU establezca cupos en función de la «responsabilidad histórica» de cada cual y obligue a que el que contaminó más reduzca más y pague indemnizaciones a los países pobres que ya padecen el cambio climático.
Vulnerabilidades y ritmos diferentes
Según una diplomática que encabeza la delegación de otro país sudamericano que negocia en París, el reclamo de la diferenciación toca otros temas que están sobre la mesa.
Por ejemplo, los mecanismos de revisión de lo acordado en París, que entrará en vigor en 2020. Algunos países en desarrollo consideran que el plazo de 5 años propuesto se ajusta a la necesidades de los países ricos que desde 2005 están sometidos a las exigencias del protocolo de Kioto, pero no a las de países que carecen de las tecnologías necesarias y que piden más tiempo o más ayuda.
Y la diferenciación vuelve a aparecer en otro tema espinoso: la identificación de los países considerados vulnerables hacia los que se canalizará la ayuda.
Los de desarrollo intermedio, categoría a la que pertenecen todos los de América Latina salvo Haití, quieren que el texto no haga distinciones y considere que todo el planeta es víctima del cambio climático.
Algunos de los que aportan parte de los 100.000 millones de dólares anuales de ayuda anual Norte-Sur prevista a partir de 2020 la están condicionando a que sea destinada a los más vulnerables: los países más pobres de África, las islas que podrían desaparecer bajo las aguas del Pacífico y tal vez a los del istmo centroamericano.