La dama ausente en su palacio de Santo Domingo

La dama ausente en su palacio de Santo Domingo

La dama ausente en su palacio de Santo Domingo

Actriz representando a la triste virreina María.

El Alcázar de Colón, fue la sede del primer virreinato, establecido en las tierras recién descubiertas.
La edificación, mandada a construir por don Diego Colón, hijo del almirante del mar océano, don Cristóbal, descubridor de un muevo mundo, fue levantada por alarifes traídos del territorio, recién conquistado a los moros.

Estos eran y por mucho, más diestros y artísticos que los jornaleros empleados en los territorios españoles.
Los dibujos fueron obtenidos por don Diego cuando acompañó al gran capitán Gonzalo Fernández de Córdoba a la conquista de Nápoles y al mismísimo rey don Fernando de Aragón, ya que había servido de paje del heredero del trono, don Juan, lamentablemente fallecido.

Don Diego y María Álvarez de Toledo y Rojas contrajeron matrimonio con la aprobación de los reyes. Hija del primer señor de las Villorías y halconero mayor del rey, don Fernando Álvarez de Toledo y Enríquez y de María Rojas de Pereira, sobrina del duque de Alba y del rey Fernando de Aragón.

La pareja emprendió el fragoroso viaje a las nuevas tierras recién descubiertas a bordo de una frágil carabela, acompañada de otras naves, en donde iba el numeroso grupo destinado a servir a los virreyes, en sus quehaceres y mandato.

Ejemplo en su época
En el Alcázar, la bella y distinguida esposa del hijo del descubridor de América, jugó un papel prioritario. Además de traer al mundo a sus hijos Luis, Felipa, Cristóbal, María, Juana, Isabel y Diego, en los regios aposentos del palacio renacentista, construido en ese estilo, antes de que se levantara ningún otro igual en la madre patria, esta mujer de la más alta nobleza europea, se preocupó por las libertades de los indígenas, naturales de las nuevas tierras.

Aunque su arribo a las tierras de ultramar, ocurrió en 1509, sólo en 1511 pudo ocupar su regio palacio. Durante el ínterin, tuvo que habitar en la fortaleza y luego en la morada de Francisco de Garay uno de los allegados a su distinguido suegro, don Cristóbal. La que hoy conocemos como “Casa del Cordón”.

La dama era la regente
Luego desde 1515 hasta 1520, a causa de la ausencia de su esposo, el virrey, quien se trasladó a España, para reclamar los derechos de su padre, sobre las nuevas tierras, con el fisco real, la noble dama fungió como regente, ejerciendo las funciones propias del alto cargo de su esposo.

Al morir Diego Colón en 1526, todos sus hijos eran menores de edad. Fue así, como la viuda, tomó la decisión de viajar a España, con toda su familia, para continuar con el pleito ante el fisco real que tenía su esposo y defender los derechos que legítimamente pertenecían a sus hijos.

Finalmente, en 1536, el Consejo de Indias, le quitó privilegios al heredero, entre estos, los diezmos de las tierras de América y el título de virrey. Lo compensaron con el Ducado de Veragua y, además, la virreina consiguió para sus hijas, una renta vitalicia de 500,000 maravedís, y para su hijo menor Diego, el hábito de la Orden de Santiago, con su correspondiente renta.

Grupo de jovencitas, llegadas con la virreina, para contraer matrimonio.

Al regresar a Santo Domingo, la noble dama, encontró su hacienda arruinada, debido al descuido y los robos perpetrados. La virreina María murió en el Alcázar de Colón, el 11 de mayo de 1549.

La virreina María, había solicitado al rey Carlos I de España, por medio de su consorte Isabel de Portugal, hacer efectivo lo dispuesto en el testamento de su esposo Diego, respecto a que sus restos y los de su padre don Cristóbal, fallecido en España, fueran trasladados y enterrados en Santo Domingo. De esta forma, la antigua virreina logró trasladar los restos hasta la primera capital de América.

A pesar de las diferentes teorías tejidas alrededor de los restos del gran almirante. Todos están de acuerdo en que fue la noble dama María de Toledo, quien realizó todos los trámites y permisos para cumplir con lo estipulado en el testamento de su marido.

Los cronistas de Indias describen a la virreina como, “una señora prudentísima, una muy virtuosa y que, en su tiempo, en especial en esta isla y dondequiera que estuvo, fue matrona, ejemplo de ilustres mujeres”.

Es injusto
Sin embargo, a lo largo y ancho del suntuoso palacio que hoy recorremos con admiración y orgullo, no hay ni un solo cuadro o retrato de la ilustre dama.

Los expertos españoles que ambientaron el Alcázar después de su restauración, llevada a cabo por el arquitecto Javier Barroso, se olvidaron completamente de quien fuera, señora, dueña y regente del palacio y la isla.

Esta es una injusticia que hay que reparar forzosamente, aprovechando que, en la actualidad, el venerable palacio está siendo objeto de una restauración.

Para conquistadores

— Centro de mando
El Alcázar, levantado en un altozano que domina el río Ozama, sirvió de corte y centro de mando y actividades, durante aquellos primeros años, después del descubrimiento.

Por allí desfilaron los que, con cédulas reales, llegaron a los nuevos territorios.

*Por MARÍA CRISTINA DE CARÍAS, CÉSAR IVÁN FERIS IGLESIAS Y CÉSAR LANGA FERREIRA



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