Una persona común y corriente puede llegar a eructar entre unas 10 y 20 veces al día.
Sin embargo, para un número desconocido de personas, se trata de una función corporal cotidiana completamente ajena.
Aún así, no fue sino hasta hace muy poco tiempo que la incapacidad de eructar fue estudiada y reconocida como una condición médica: disfunción cricofaríngea retrógrada o RCPD por sus siglas en inglés.
En marzo de este año, el otorrinonlaringólogo Robert Bastian, del Bastian Voice Institute, en Estados Unidos, publicó la primera investigación de la que se tiene noticia en la que se reconoce esta disfunción como una condición y se propone un tratamiento (que hasta la fecha ha resultado exitoso) para corregirla.
Concierto de ranas
«La razón por la que eructamos es que, cuando comemos, las enzimas en el estómago digieren la comida, y eso produce gas», le explica a la BBC Yakubu Karagama, médico del Hospital Guy’s y St Thomas en Londres, y único especialista que trata esta condición en Reino Unido.
«Para el gas, viajar desde el estómago hasta la salida final (el recto) es un camino muy largo, por eso, la salida más rápida para que pueda escaparse es la boca».
La clave del problema está en un músculo llamado cricofaríngeo, «que es como una válvula entre la garganta y el esófago».
El esfínter cricofaríngeo está generalmente en estado de contracción y solo se relaja para dejar pasar los alimentos cuando tragamos, o para expulsar el gas atrapado en el esófago.
La gente que padece RCPD no tiene la capacidad física de relajar el esfínter para dejar salir el gas.
«Mucha gente se ríe de esto porque desconoce las consecuencias de no eructar».
Los síntomas más comunes son hinchazón, dolor en el esófago y flatulencia excesiva, además de los sonidos guturales como si se tratase de un concierto de ranas enfurecidas que se producen en la garganta.
«Es un ruido como si tuviera dentro un dinosaurio, un alienígena», le dice a la BBC Sarah, una joven de Japón que como la mayoría de los afectados no puede eructar desde que tiene uso de razón.
Además, «me hincho excesivamente como si estuviese embarazada de meses y me de dolor de estomago», agrega.
Para algunos, el dolor es tan fuerte que tienen que recostarse después de una comida, y los ruidos pueden ser tan desagradables que se privan de ir a cenar en compañía o dejan de comer durante horas si tienen que participar en una situación social o pública.
También evitan las bebidas gaseosas o comer en grandes cantidades.
El inesperado beneficio del botox
La condición, no obstante, ha sido tratada con éxito por Karagama, Bastian y los pocos médicos que conocen esta condición.
El tratamiento es relativamente sencillo: se inyecta la toxina botulínica (botox) en el músculo cricofaríngeo vía endoscópica para paralizar el músculo, y eso permite que el aire se mueva libremente del esófago a la gargantea.
«Después de un tiempo, la parte del cerebro responsable de permitir este pasaje se despierta y la gente puede empezar a eructar normalmente«, señala Karagama.
Aunque el efecto del botox desaparece después de cerca de tres meses, muchos continúan eructando después como una persona normal.
Tomado de BBC Mundo