La política está dando muestras de una alta sensibilidad ante los asuntos que afectan a la población o que pueden causarle dificultades en la realización diaria de su vida, o llevarle sufrimiento.
Este empeño de la política desde el lado del Gobierno, o desde la oposición por poner siquiera una de sus grandes orejas en el pecho de la gente, es alentador.
Sin alcanzar el estado de campaña electoral, eleva, sin embargo, la actividad de los partidos casi hasta el grado febril.
Pero también lanza hacia lo alto la autoestima del dominicano medio, incapaz al principio de entender que a esta distancia de los días electorales haya tanto interés de uno u otro lado del espectro político nacional, pero perfectamente lúcido como para sentirse importante.
A veces se oye decir que la oposición ayuda a gobernar.
Si es un exceso en la concesión, por lo menos no lo es para la consideración de los gobernados, a quienes finalmente está llamada a beneficiar la vigilancia de los que quieren subir, como el cuidado de quienes están arriba para no regalarles la pólvora de sus cañones.
El dominicano de ciertas luces suele decir que si se ven animados los partidos, antes se ha animado el empresariado, porque la política entre nosotros lo dinamiza todo.
Y cuando todos —gobierno, oposición y sectores productivos— están interesados en la buena marcha de los asuntos públicos, las probabilidades de lograr los mejores resultados alcanza las más altas cuotas.
La política puede ser provechosa, así sea a la dominicana, es decir, con pasión deportiva y con cuanto recurso esté a la mano.