Por Rafael Morla
El actual proceso electoral se mueve hacia su desenlace definitivo en el contexto de la lógica de los últimos 35 años. Las fuerzas y personalidades que apuestan por el cambio y la renovación de las obsolescencias e impertinencias acumuladas, aunque evidencian un cierto crecimiento cualitativo, será el criterio cuantitativo el que terminará abriéndose paso el próximo 20 de junio.
Hay 9 candidatos inscritos a la rectoría, la historia de la UASD no registra algo igual, siendo ello parte de la crisis del modelo, de ciertos niveles de fragmentación de la vida institucional, y de la ausencia de proyectos alternativos, que con propuestas e ideas, preludien la superación del círculo vicioso o eterno retorno de lo mismo en que vive la Primada de América.
Urge pensar y refundar la UASD, creando una nueva epistemología del acontecer uasdiano, que alumbre el camino de la auténtica práctica académica. Necesitamos entrar plenamente a la sociedad del conocimiento, apoderándonos de los saberes y tecnologías que ella encierra, para ponerlos al servicio de la calidad académica y de la pertinencia de nuestro quehacer. Necesitamos diseñar nuevas vocaciones, voluntades y responsabilidades, que conecten creadoramente con la misión, visión y valores que comportan la filosofía de la universidad.
Necesitamos, asimismo, una academia atenta a los problemas del mundo y de la nación dominicana, que sea coherente con su función y rol social, que participe con ideas y propuestas a la construcción de un mundo mejor; que sea transparente en su vida institucional, y que en un acto consciente de equidad, llame a concurso público los puestos de la universidad; una academia donde las personas tengan valor (no precio de mercado), y que a cada cual se le reconozca, según su trabajo, trayectoria ejemplar y méritos académicos.
Pero estas ideas están ausentes en la actual campaña electoral, como lo están interrogantes, como las siguientes: ¿Qué tipo de universidad necesita la República Dominicana en medio de los significativos niveles de subdesarrollo en que vive? ¿Cuáles son las impertinencias y desequilibrios que nos afectan? ¿Qué hacer para superar dichos males? Obviamente no hay respuestas para estas interrogantes.
Se sabe lo difícil que es ser coherente, en lo personal e institucional, pero que alguien diga, ¿cuándo se decidió renunciar a ese valor tan importante de la vida humana? Los testimonios, de acciones contrarias a nuestros valores, abundan por doquier, veamos:
- La práctica clientelista (hoy a niveles que apesta), rige la actual contienda electoral.
- Hay un creciente papel de los acreedores, un aumento del costo de la campaña electoral, de los ofrecimientos sin límites, de la compra de votos, de la vacuidad y el vaciamiento moral.
- Sabemos que un creciente número de gente vive en la intrascendencia, que han olvidado su compromiso con la universidad y el país, y que tienen un valor mercantil, en la bolsa de los acreedores.
Ese es el ambiente vivo y concreto existente en la actual coyuntura, y no variará de manera fundamental en los días que quedan, de tal manera que los que apuestan por el cambio, los que reivindican los sanos valores de la academia, tendrán que esperar a que los roedores del tejido social universitario perpetren todos sus abusos, y luego, emerger de la noche profunda, ocupando sobre nuevas bases, valores e ideas, el espacio usurpado.
El autor es ex decano de la Facultad de Humanidades y exdirector de la Escuela de Filosofía de la UASD.