Por Manasés Sepúlveda
La mayoría de nuestros ciudadanos hastiados de la corrupción impune que campea en sus sistemas y que ha enriquecido a cientos de políticos se preguntan el por qué no se ha podido erradicar de una vez y por todas, la razón es más que evidente: siempre ha sido sistémica y tolerada, forma parte del quehacer político mismo.
Pocas veces he visto candidatos políticos proponiendo soluciones efectivas contra la corrupción, apenas se dedican a señalar y a veces perseguir a sus contrarios para anularlos políticamente, pero casi ninguno (quizás haya excepciones que no conozca) analizan y ponen en práctica el sistema anti institucional paralelo que funciona y que permite incentivar la corrupción.
Este sistema paralelo, alimentado por el clientelismo, permite ciertas prácticas corruptas que son toleradas por los demás. Es una especie de “acuerdo ex profeso”, no escrito entre partidos y líderes políticos con el único objetivo de alcanzar el poder a costa de miles de ciudadanos, víctimas del engaño y el ilusionismo retórico.
Es una situación dramática. La fatal ecuación de líderes y partidos corruptos aprovechados junto a una ciudadanía disgregada, ignorante y sin capacidad de organizarse, es el denominador común para que la corrupción sea sistémica. Al formar parte del quehacer político, el ciudadano común y de a pie ha perdido todo tipo de esperanzas para cambiar su situación.
Los únicos que pueden organizarse son los políticos corruptos y los contratistas de grandes empresas y corporaciones económicas. Ahí estuvo el éxito de empresas como Odebrecht que tiene el mérito negativo de ser una corporación que organizó todo un sistema de sobornos que alcanzó y contaminó varios países de América e incluso de África.
En ese sentido cabe una pregunta: ¿Hizo o creó Odebrecht un sistema corrupto de dimensiones continentales nuevo? De ninguna manera. El sistema estaba creado y preparado en nuestros países. Esa multinacional lo que hizo fue analizarla y actuar en consecuencia con ella.
No obstante, una de las muchas soluciones a este problema es la meritocracia, un nuevo sistema que permita a la ciudadanía a ejercer un voto crítico y consciente de acuerdo a su realidad. También cuestionar y sacar mediante el voto a partidos y políticos que no los representan territorialmente.
Estos no son quimeras, son sistemas que pueden ser llevados a cabo por un pueblo y una sociedad civil bien fundamentada. Creo que en ese aspecto hay un despertar tanto en nuestro país como en Latinoamérica.
Años de expoliación a los recursos del Estado y la pobreza resultante de la corrupción ha causado que nuestros ciudadanos despierten de los estragos de la secuela corruptora de nuestros países.