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La corrupción como herencia de una enfermedad letal

En República Dominicana, todo lo que se dice que se hace y se hará contra la corrupción parece no ser suficiente ni siquiera para atemorizar a quienes ocupan posiciones públicas y se desvían del orden que deberían respetar.

Tampoco parece inquietar a una parte de la población que tilda de “pendejo” a quien ocupa un cargo y no aprovecha la oportunidad para hacerse millonario.

La corrupción ha sido un lastre tan pesado que nos impide avanzar con fluidez, una herencia que se arrastra de gobierno en gobierno y que deja huellas imborrables en cada dominicano que no encuentra atención digna en los hospitales, en los niños que batallan por un cupo escolar y en las comunidades que pasan años reclamando agua potable o calles en condiciones mínimas de uso.

Cada día surgen nuevos métodos para disfrazar la corrupción y hacerla pasar, con un barniz de formalidad, como algo logístico o administrativo.

El clientelismo, la impunidad, el nepotismo, los contratos amañados, los precios abultados, las dietas excesivas o el manejo irregular de combustibles son apenas algunas de las formas más comunes que se utilizan para robarle miles de millones de pesos al pueblo dominicano.

Recientemente, el Ministerio Público presentó como un gran logro el acuerdo con Maxy Montilla, que contempla la devolución de tres mil millones de pesos en distintas modalidades, incluyendo 2,000 millones en efectivo.

Supongamos que se trata de un buen acuerdo, como lo quiere presentar la Procuraduría en su lucha contra la corrupción. Aun así, surge la pregunta inevitable: ¿no es esta una jugada que, en lugar de desincentivar, termina favoreciendo la corrupción?

Ese acuerdo, amparado en el artículo 370 del Código Procesal Penal sobre el criterio de oportunidad, evidencia que hubo un hecho doloso contra el Estado. Nadie se inculpa a ese nivel si no ha cometido una falta grave.

La prevención, más que la sanción tardía, debe ser el camino. Solo con un Estado que cierre las grietas por donde se filtra la corrupción, el país podrá liberarse de esta enfermedad que ha limitado su desarrollo durante décadas.

La corrupción, como enfermedad letal, se ha vuelto crónica en nuestro sistema. Pero si queremos romper esta herencia, se necesita pasar de los discursos a las soluciones estructurales.

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José Miguel de la Rosa

Egresado de la carrera de Comunicación Social, mención Periodismo, por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA). Posee diplomados en comunicación política, periodismo de datos, periodismo digital, entre otros. Cuenta con más de 13 años de experiencia en el ejercicio periodístico, con ...

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