Los estudiosos de los caminos que ha transcurrido la humanidad dicen que siempre que esta logra resolver uno de sus grandes problemas, con cierta facilidad surgen otros, además de que con este vienen nuevas creencias, como los dataistas. Se trata, en síntesis, de poseedores de una perspectiva que les hace entender que la información es determinante para entender la realidad y cómo esta va evolucionando.
Estos, según explica Byung-Chul Han en su obra “Infocracia”, defienden el conductismo digital que rechaza la idea de un individuo libre que actúa de forma autónoma. Creen que el comportamiento del individuo puede predecirse y controlarse con precisión.
Están cerca de tener razón
La comunicación algorítmica emerge como un fenómeno crucial en la Era digital, donde los algoritmos actúan como intermediarios invisibles entre usuarios y sistemas. Estos, a menudo opacos, ejercen un impacto significativo en la forma en que se intercambian y procesan datos.
En su esencia, la comunicación algorítmica se basa en la transmisión y recepción de información a través de algoritmos, que son conjuntos de instrucciones lógicas diseñados para realizar tareas específicas. Este proceso se manifiesta de diversas maneras, desde recomendaciones personalizadas en plataformas de streaming hasta la selección de contenido en redes sociales.
En ese contexto, pudiésemos darle la razón a Yuval Noah Harari, cuando plantea que “en la medida en que confiamos cada vez más en Google para hallar respuestas, nuestra capacidad para buscar información por nosotros mismos disminuye. Ya hoy día, la verdad viene definida por los primeros resultados de la búsqueda de Google”.
Ni libre ni democrática
Uno de los desafíos fundamentales es la comprensión de cómo estos algoritmos moldean y guían nuestras interacciones digitales. La opacidad algorítmica plantea cuestionamientos éticos sobre la influencia y el sesgo que estos pueden introducir en la comunicación, afectando la diversidad de perspectivas y la privacidad de los usuarios.
La transparencia en los algoritmos se vuelve esencial para construir una comunicación más informada y equitativa. La sociedad se encuentra en un punto crucial, donde la comprensión de la comunicación algorítmica no solo es una necesidad, sino un imperativo para garantizar la autonomía y el control sobre la información que consumimos.
A medida que avanzamos en esta Era digital, la comunicación algorítmica se posiciona como un campo de estudio en constante evolución. La colaboración entre expertos en tecnología, ética y comunicación se vuelve esencial para desarrollar prácticas y regulaciones que fomenten la transparencia y la responsabilidad en la implementación de algoritmos.
La comunicación algorítmica no solo define nuestra experiencia digital, sino que también plantea interrogantes fundamentales sobre la influencia de los algoritmos en la información que consumimos. Abordar estos desafíos de manera ética y transparente es esencial para construir un entorno digital que respete la diversidad de voces y proteja la privacidad.
Sin embargo, las decisiones de qué ver o hacer ya la toman otros –los algoritmos- por nosotros y lo hacen de forma gratuita, pero nos olvidamos que “gratis” también significa que otros decidirán por nosotros.