Muchos temas importantes en nuestro país han caido en la cuneta sucia de la chercha. Es un rasgo detestable de nuestra cultura reciente.
Y la educación ha corrido semejante sino.
Carentes de una tradición propia de investigación sobre el tema educativo, hemos caido en la riada de los millones de dólares que fluyen desde la banca de desarrollo internacional que nos ponen de marionetas a experimentar “modelos educativos” cada década, al igual que muchos otros paises latinoamericanos. Es obsceno saber que nuestra educación se dicta desde Washington.
Con los resultados recientes de Pisa se han dicho muchos disparates, sin que nadie se preguntara sobre la validez de dicha herramienta y sus limitaciones. Claro, dudo que alguien esté leyendo en este país la “Sociología política de las reformas educativas” de Popkewitz y mucho analizando formas de evaluación propias de nuestro desarrollo educativo, más facil es buscar “unos chelitos” con los financiadores.
Educar es una actividad con implicaciones políticas, ideológicas, psicológicas y epistemológicas. Cada cual tiene su manera particular de aprender y depende del contexto donde eso ocurre.
Al educar tenemos siempre como referente, explícita o implícitamente, una visión de lo que es el ser humano y el proyecto de sociedad que se desea construir.
Cada docente, en sus circunstancias particulares, enseña necesariamente a su manera, y cada estudiante, en sus circunstancias particulares, aprende o desdeña, lo que sus docentes le brindan.
Cualquier reforma educativa toma unos tres lustros en mostrar resultados. Demasiado tiempo para los cuatrienios gubernamentales y la chercha cotidiana.