La rivera este del río Ozama esconde dos joyas de nuestro patrimonio natural y monumental.
Estos dos vestigios de nuestro glorioso pasado forman parte del acervo histórico que se añade al magnifico paisaje de la ría del Ozama a lo largo de la avenida del Puerto.
Paseando por los amplios y cómodos andenes, en un recorrido que todo dominicano -amante de lo suyo- debe hacer, para luego enseñarlo orgullosamente a los visitantes, el caminante se encuentra con una reata, en donde se contemplan dos grandes árboles.
Tradición y leyenda
El primero y más antiguo, petrificado, recubierto de concreto, como si se tratara de una moderna instalación artística, con cierta textura. En su interior se aprisionan, los restos de la ceiba centenaria, donde, según la tradición, envuelta en leyenda, en los albores del descubrimiento, el Almirante de la Mar Oceana amarró su nave varias veces, tras retornar, después de navegar buscando nuevas tierras, hasta finalmente llegar a la isla Margarita, en lo que hoy es Venezuela.
Hermosa extensión
Al lado de la reliquia petrificada, crece una hermosa ceiba, brote de una rama del árbol de la leyenda. Sus generosas ramas, cobijan al transeúnte, en un momento de descanso, mientras observa el paisaje del perezoso discurrir de las aguas del río Ozama y las centenarias murallas que envuelven la antigua capital de América, con sus caminos de ronda, las troneras de defensa, sus garitas y fortines, además, de las dos puertas de entrada a la vieja ciudad, desde el río.
La primera es la puerta destinada, en aquel entonces, a empujar las naves hacia las Atarazanas Reales para su reparación y avituallamiento, para luego retornarlas a la ría, preparadas para emprender otro azaroso viaje por mar, con destino a lo desconocido.
Al sur, se encuentra la hermosa y bien defendida puerta de San Diego a la que se le han devuelto los escudos heráldicos originales, en donde se destaca el más elaborado que corresponde al emperador Carlos V y que contiene las armas de Castilla y Aragón, teniendo como fondo el águila bicéfala, sosteniendo en su pico el emblemático Toisón de oro.
Caudaloso manantial
Luego, en su paseo, el caminante se encuentra con la llamada Fuente de Colon, la cual está situada un poco más al occidente.
Esta fue en su origen, un caudaloso manantial de agua dulce que vertía sus aguas en la ría del Ozama; un regalo providencial de la naturaleza para los osados marinos que se embarcaban en las débiles carabelas, buscando nuevas tierras, con el Almirante dirigiendo la aventura.
Ninguna nave osaba aventurarse, sin estar provista del vital líquido, por lo que este manantial jugó un papel clave en la epopeya del descubrimiento.
El manantial se encontraba en la rivera opuesta al primitivo poblado de Santo Domingo fundado por Bartolomé Colon.
Más adelante, la fuente también sirvió a las naves que completaron la asombrosa epopeya, que dio al mundo occidental el regalo de un continente entero.
Centro del poblado
No se conoce la fecha exacta ni el nombre del personaje que mandó a construir una edificación en el sitio tiempo después. Probablemente en el mandato de Nicolás de Ovando, quien trasladó el poblado a la rivera en donde se encontraba el manantial.
La ciudad se levantó en cuadrícula, al estilo de Santa Fe, la población que se construyó para sitiar el reino de Granada. Campaña guerrera que dio al traste con el último reducto de la dominación mora, en España, y en la cual Frey Nicolás de Ovando tuvo destacada participación.
En torno al manantial se levantó una edificación y se canalizó adecuadamente el cauce de las aguas, recolectándolas en una alberca. Crearon así una protección para el precioso líquido, además de un lugar para almacenar los botijos y las tinajas con el agua para las embarcaciones.
Almacén del agua
La construcción se hizo salvando los diferentes niveles del terreno. De esta manera se facilitó el acceso a la alberca.
La edificación se levantó con bloques de piedra caliza en el estilo plateresco renacentista español.
Es muy notable el estado de conservación de la construcción, compuesta por escalinatas, alberca, muros, columnas y pilastras, con la cubierta abovedada, construida en ladrillo.
Es realmente una grata sorpresa, esta notable muestra de arquitectura utilitaria, única en su género en la antigua ciudad de Santo Domingo.
Su elegante y cuidadosa elaboración, nos da una idea de la importancia que tuvieron las aguas del manantial en la epopeya americana. La joya colonial se encuentra rodeada de magníficos jardines, perfectamente mantenidos.
El loable esfuerzo de jardinería, conservación y mantenimiento, a cargo de la empresa energética Sea Land, debería servir de ejemplo y acicate para otras empresas que tienen en su vecindad valiosas obras arquitectónicas, de nuestro magnifico, único e invaluable pasado histórico. Preservación.
AUTORES
MARÍA CRISTINA DE CARÍAS
CÉSAR IVÁN FERIS IGLESIAS
CÉSAR LANGA FERREIRA
— Su cuidado
Los jardines y la conservación de la fuente, llamada de Colón, están a cargo de la empresa energética Sea Land.