La Casa de la Cultura de Hato Mayor

La Casa de la Cultura de Hato Mayor

La Casa de la Cultura de Hato Mayor

Asumo el riesgo de lo reiterativo. El mérito de propiciar auténticas redes sociales es propio de la Cultura.

En esa interacción aprendemos las lenguas, símbolos y normas de comportamiento. Creencias, ideales, artes, mitos y rituales, que viajan por generaciones, otorgando sentido de pertenencia.

Ese traspaso de tradiciones enaltece una conexión hereditaria que mejora la compresión histórica como médula del bienestar psicológico.

Facilita miradas críticas, amplía la visión del mundo, real o inventado. «Es lo que nos queda después de haber olvidado todo lo aprendido».

En fin, la Cultura nos dibuja y define.

Al gobernar la naturaleza humana, es deber de la Política mejorarla y transformarla. Convertir esos elementos en entes de crecimiento económico, intelectual, moral y espiritual. A cambio de una fortaleza subyacente llamada poder, objetivo principal del activismo político.

Valor por difusora de estándares simbólicos y comunicativos; base en la que se fundamentan las identidades colectivas; generadora de efectos positivos, económicos y sociales, al fomentar la creatividad y la autoestima de las personas y, o territorios;  y la necesidad de preservar la reserva patrimonial, son los cuatro principios de una política cultural beneficiosa.

Indexado el preámbulo, queda la interrogante: ¿Si el desarrollo cultural válida y fortalece al poder político, por qué éste suele considerarlo una capa social más, cuya importancia se define a partir de necesidades coyunturales?

Las respuestas son tantas y tan desalentadoras que es más factible ejemplarizar.

En los años 90 un inquieto historiador y laureado Ingeniero Civil, Manuel Antonio Sosa Jiménez (Bobby), tuvo la prestancia de diseñar la que sería la Casa de la Cultura de Hato Mayor. El gobierno de entonces la asumió (1997).

Después de ese inicio quedó en el limbo y las interminables promesas. Esporádicas reseñas lamentaban que niños y adolescentes pudieron haberse beneficiado de ella.

Ante el crecimiento de la impotencia, no han faltado las gestiones de la Fundación para el Desarrollo de Hato Mayor (FUNDEPRHAMA) y de Hato Mayor Cultural (FUNDHACUL).

En 2022 la Comisión de Cultura del Senado aprobó una resolución en la que solicita al Ministerio de Vivienda y Edificaciones (Mived) «la terminación inmediata…» ¡Y bla, bla, bla!

Frente al anhelo de la hidalguía hatomayorense una combinación de ignorancia e irresponsabilidad política respondió tratando de justificarse: «Hay obras más importantes…».

Mientras, gobiernos suben, (y lo más importante) gobiernos bajan, allí sigue, haciendo resistencia al paso de la casi media vida. Como un trofeo arqueológico macedónico o de alguna remota galaxia.

Carroña de un esqueleto arquitectural que se niega a simular la ineficiencia. Crudo espejo de una tragedia cultural involutiva.

Si alguna vez el sueño de Bobby Jiménez llegara a consolidarse –tal vez en otros terrenos más amplios y acogedores, cediendo el espacio a cualquier necesidad del Ayuntamiento local–, nadie valorizará la espera, pues ya la gente se habrá acostumbrado a ver el legendario y moribundo ataúd abovedado. Afanado por invitar a la consciencia y a los próceres eternizados del parque Mercedes de la Rocha a su salvación, ya que los vivos prefieren vestirse de indiferencia y olvido.



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