Diversas teorías intentan quitar autoridad a la Biblia atacando la procedencia de su inspiración, poniendo en dudas que esta sea palabra de Dios.
Sin embargo, ninguna da un veredicto contundente que pueda desmeritar lo que Dios ha afirmado en las Escrituras.
Entre estas hipótesis está “la Teoría de la inspiración mecánica o del dictado”, la cual establece que el hombre fue copiando lo que el Espíritu de Dios le estaba escribiendo; es decir, que se trató de un dictado.
Esta teoría no tiene ningún asidero en la Biblia, porque el hombre nunca fue ni ha sido un títere para Dios.
Deuteronomio 30:19 tiene una de las citas que dan ejemplo del libre albedrío que Dios le dejó al hombre: “Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición”.
Otra de las teorías que buscan tergiversar la autoridad de la Biblia es la “Inspiración parcial”, la cual plantea que las Escrituras contienen palabra de Dios, pero hay palabras de humanos; o sea, puestas por el hombre. También circula la “Teoría gradual”, que dice que el hombre comenzó a escribir y, al final, Dios da la inspiración grado a grado.
Ambas teorías, de ser aceptadas, darían lugar a la aparición de errores reales e históricos en los escritos, lo cual quitaría confiabilidad a la Biblia, puesto que no se podría doctrinar a nadie con un texto con errores.
Lo cierto es que la Biblia es de “Inspiración verbal y plenaria”, que significa “completo o pleno”; o sea, que es la misma palabra de Dios.
Las escrituras son el resultado de la obra del Espíritu Santo al guiar a los escritores humanos, sin anular su personalidad, a consignar sin error la revelación divina en las palabras de los manuscritos originales. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”, 2 Timoteo 3:16-17.
La inspiración es la base para la autoridad de la Biblia, y esta autoridad no la mantiene un concilio, pastor o iglesia, sino la misma Biblia.