La 40 no debe ser olvidada
En el corazón del populoso sector de Cristo Rey, donde hoy se levantan una iglesia católica y un centro educativo, existió uno de los sitios más tenebrosos de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo: la cárcel de La 40.
Ese recinto, cuyo nombre aún estremece a quienes conocen nuestra historia, fue símbolo del terror, de la tortura y del absoluto irrespeto a la dignidad humana.
En la cárcel La 40 se ultrajó la vida de centenares de dominicanos que, cuyo único pecado era ser desafecto al régimen más cruel que ha conocido nuestra nación.
Muchos no salieron vivos; otros quedaron marcados para siempre por los abusos cometidos en nombre del poder absoluto.
La 40 merece no ser olvidada nunca porque ni el silencio de los muertos puede acallar el gemido del horror.
Mantener viva la memoria histórica es un deber de los pueblos que desean preservar su libertad.
Aún quedan rastros de lo que fue aquel penal en algunas aulas del colegio que ahora ocupan el terreno.
Ese simbolismo no debe desaprovecharse. La 40 debe convertirse en un recordatorio permanente de los desmanes del trujillismo, un espacio donde las nuevas generaciones puedan conocer de primera mano el precio de la libertad.
Preservar la memoria no es revivir el dolor, es evitar que se repita. Cristo Rey, que fue testigo de aquel infierno, tiene ahora la oportunidad de ser cuna del recuerdo, de la dignidad y de la educación ciudadana.
La 40 no debe ser borrada. Debe ser conocida, contada y recordada. Siempre.
Etiquetas
Artículos Relacionados