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Juval N. Harari: ¿filósofo o agorero?

José Mármol Por José Mármol
José Mármol
📷 José Mármol

Al leer a Harari (Israel, 1976), profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén, experto en asuntos de armas y ejércitos medievales, debemos tomar en consideración que se trata de un autor ecléctico, hasta cierto punto iconoclasta o subversivo ante ideas convencionales acerca de la antropología, la historiografía, la geopolítica y la ciencia.

Tiene una enorme facilidad para ir del pensamiento crítico al espectáculo, lo cual le faculta para colmar auditorios de públicos heterogéneos y universitarios.

Lo descubrí por invitación de una lectora entusiasta y enjundiosa, la querida amiga Fabiola Herrera, quien además me invitó a discutir sus ideas en el círculo de lectura fundado y dirigido por ella, junto a un grupo de destacadas mujeres.

Su reconstrucción selectiva del pasado, con el propósito paradójico, aunque de raíz marxista, filosófica y socioantropológica, de historiar el mañana, le ha granjeado seguidores y críticos acérrimos.

Algunos le acusan de ser, simplemente, un hábil divulgador o tergiversador de saberes establecidos, los que reviste de cierto halo innovador y punzante, para alcanzar la notoriedad de un superventas, con millones de ejemplares vendidos y traducciones a medio centenar de lenguas, que argumenta la historia como pasajes de mediocre literatura de autoayuda.

Pudiera catalogarse dentro de lo que hoy se da en llamar filósofo cultural. Tiene, eso sí, el talante de los grandes filósofos, especialmente, cuando más que en dar respuestas a los problemas se ocupa de fundamentar las grandes preguntas.

Siembra la duda en los gurús del saber, aunque se le confunda con uno de ellos.

Preludia el final del sistema democrático y el retorno de sistemas fosilizados. Cataloga de espectáculo al terrorismo internacional. Anuncia la desaparición del trabajo humano y la muerte del individuo y de las masas por innecesarios e irrelevantes en una sociedad dominada por algoritmos bioquímicos, cíborgs y manipulación genética con frágiles barreras éticas y amenazas climáticas.

El consumismo delirante es el mal necesario de la globalización, la planetarizacion y achatamiento de la cultura y de la desigualdad.

La muerte es un misterio desvelado y superable por los adelantos de la ingeniería genética y la infotecnología. Las religiones son formas remotas de relatos, noticias falsas y posverdad.

Para algunos detractores suyos su obra es el reducto de una estafa intelectual y de una fantasmagoría con pretensiones científicas.

Aun así, estamos frente a un pensador e investigador de una vasta cultura y de una particular agudeza en sus enfoques que, apoyado en un manojo, eso sí, de ideas sistémicas, cuyos ejes reproduce con distintas palabras y enfoques a través de sus ensayos, ha sido capaz de remontarse a la prehistoria para, arreando la espiral evolutiva de la especie humana, la economía, las instituciones políticas, las comunidades, las religiones, la tecnología, la ciencia y la cultura, colocarnos de frente al tiempo presente y sus grandes transformaciones de orden orgánico, científico y tecnológico.

En su recorrido, toma como punto de partida los dioses de la Antigüedad, creados por los humanos y sus límites racionales, hasta llegar a una nueva y última religión, la del humanismo, que sustituye los dioses de las religiones monoteístas (cristianismo, judaísmo e islam), para ser superada por la inteligencia artificial (IA) y la lógica aditiva (cálculo) de los algoritmos como nuevos demiurgos, de cuya autonomía y hegemonía, sospechados y advertidos por pensadores como Heidegger y Jonas, nos aterra siquiera llegar a vaticinar.

Los libros del Harari tienen, según sus palabras, un propósito común: intentar ofrecer cierta claridad en un mundo lleno de sombras. ¿Optimista o escéptico? Me acercaré a “Sapiens”, “Homo Deus” y las “21 lecciones para el siglo XXI”, en procura de palpar sus tientos y hallazgos.

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