Julio Brache revela el momento premium de la empresa Leche Rica

Julio Brache revela el momento premium de la empresa Leche Rica

Julio Brache revela el momento premium de la empresa Leche Rica

La distribución de los productos de Leche Rica es hoy día una operación a gran escala. Cuando era germen la distribuía una persona. nicolas monegro

SANTO DOMINGO.-¿Para qué quería un médico cirujano seis vacas sin una finca donde tenerlas? Una posible solución era comérselas por partes con su familia si eran carnívoros.

Un día una oreja, y sutura; otro día el rabo, y sutura; después las patas, y así, hasta dejar al animal como un rodillo y hacerlo rodar hasta donde el carnicero para que lo vendiera.

La realidad es que Julio Brache, un mocano intuitivo, compró reses y más de sesenta años después todavía no sabe para qué realizó aquella operación mientras se encontraba en Río San Juan.

El doctor Julio Brache está retirado del negocio.

Era director del hospital Francisco Moscoso Puello y vivía en el entorno de la hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo, a donde no podía llevárselas.

Pero la solución surgió en su entorno familiar, pues el abuelo de su esposa las aceptó en una finquita que tenía en Los Kilómetros, como se le denomina hoy día a esa parte de la Capital que rodea a la carretera Sánchez.

Esta operación de compra—venta al parecer ingenua está, sin embargo, en la base de uno de los emprendimientos dominicanos de pura cepa que 60 años después conserva vitalidad.

Las vacas compradas en Río San Juan sin un propósito particular son las seis columnas sobre las que se sostiene el Grupo Rica, el de los lácteos, los jugos, el coco y los cítricos.

Sin ellos Pedro Brache, hijo del médico cirujano, no hubiera sido presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada (el único, por cierto, que ha repetido).

El protagonista
Con sus 90 años, sentado ante un amplio escritorio desde donde ha despachado decisiones importantes en un negocio imposible de entender sin tomar en cuenta la adquisición de las seis reses, el doctor Brache hace una afirmación a la que posiblemente ha llegado en otras ocasiones: no tenía ningún plan para aquel negocio.

Había que trasladarlas a la Capital, donde vivía y trabajaba, pero entonces no existía la vía directa a través de Los Haitises, así que el traslado debió hacerse por la carretera Nagua—San Francisco de Macorís y la autopista Duarte, o por Guanábano y Moca.

Al costo de las vacas, compradas por 200 pesos cada una, debe de ser agregado, como consecuencia, el transporte y tal vez el de las inspecciones de agentes de la Policía.

Por no tener…
Vivía en la calle Doctor Piñeiro esquina Alma Mater, así que antes de irse al hospital pasaba por Los Kilómetros, depositaba la leche en casa y a continuación lo que un día iba a ser Leche Rica, quedaba por cuenta de su esposa, Elsa Álvarez, que la vendía a crédito en el vecindario con la ayuda de un repartidor que ponía las botellas de cristal en las puertas de las casas.

La compra de las vacas, una operación inconexa con su práctica profesional, derivó en una primera diversificación de ingresos, el vecindario pasó a ser el primer ámbito del negocio y su primer empleado un hombre que llevaba la leche embotellada a los abonados.

Ahora, 60 años después, aquel momento inicial sigue produciendo leche, pero la vende a clientes anónimos y a través de una empresa, Leche Rica, fuente de empleo para más de tres mil personas.

El amor y el interés
Al principio el negocio y la profesión iban juntos, particularmente porque su papel era el de propietario, sin llegar a ser ganadero ni gerente.

Para los días de la revolución del 65 el negocio se les complicó, así que la señora Álvarez pasó a producir queso con la leche, que era bastante entonces.

“Para ese tiempo ya yo había comprado una finca en Villa Mella y la producción era mayor”, cuenta Brache durante la conversación en su oficina con Ányelo Mercedes, José Monegro y Miguel Febles.

“Ya no eran las seis vaquitas y la producción era mayor. Eran 50 o 60 vacas produciendo”, cuenta como quien pisa sobre un terreno más seguro, como quien ve con más claridad a dónde van las cosas.

La minúscula lechería estaba reclamando campo, empujaba poco a poco y un día se vio en el caso de pedir una licencia en el hospital Salvador B. Gautier, a donde había ido a desempeñar su especialidad de cirujano. No volvió.
¿Qué estaba pasando? En su oficina de Leche Rica el doctor Brache cuenta la historia mientras alrededor una diversificada empresa produce en cantidades industriales.

Hoy día
Este emprendedor, se le diría hoy, ¿estaba buscando el ángulo apropiado para fundar una empresa de largo aliento? ¿O un gran negocio disuelto en el éter buscaba la afinidad para concretarse?
Cuando se oye al doctor Brache contando esta historia se tiene la tentación de acogerse a esto último.

“No sé cómo, siendo director del Moscoso Puello, se me ocurrió comprar seis vacas lecheras en la costa norte, en Río San Juan”, comentó cuando uno de los periodistas quiso saber qué lo impulsó a comprar las reses.
Contado así, parece como si Leche Rica ha sido un negocio como los de Aladino, que con frotar una lámpara y darle órdenes a un intangible ya se tienen soluciones.

Para empezar, aquella compra en Río San Juan tuvo lugar después de la muerte de Trujillo, uno de los períodos más complicados de la vida nacional.

La deconstrucción política común de aquellos apasionados días estaba dando paso a la construcción en el campo social.

 

En la base

6 Número clave del emprendimiento.
La empresa Rica —al principio Leche Rica— está cimentada sobre seis vacas lecheras.



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