
Jesús y la ciencia del bienestar: un encuentro inesperado. Hace más de dos mil años, en una ladera de Galilea, un joven rabino pronunció palabras que cambiarían la historia. Sus oyentes no tenían títulos universitarios ni acceso a investigaciones científicas, pero lo que escucharon esa mañana sigue resonando como una brújula para el alma humana.
Mateo 5 recoge ese discurso -el Sermón del Monte- donde Jesús pronunció las Bienaventuranzas, un manifiesto de felicidad que, sorprendentemente, la ciencia contemporánea está empezando a confirmar con cifras, gráficos y estudios longitudinales.
Uno de los experimentos más ambiciosos en la historia de la psicología es el Estudio de Harvard sobre el Desarrollo Adulto, iniciado en 1938 y aún en curso.
Dirigido en su última etapa por el Dr. Robert Waldinger, esta investigación ha seguido durante más de 85 años a cientos de personas para responder una pregunta aparentemente simple: ¿Qué nos hace verdaderamente felices?
La conclusión, en palabras de Waldinger, es contundente: “Las buenas relaciones nos mantienen más felices y saludables. Punto” (Waldinger & Schulz, 2023, The Good Life, Simon & Schuster).
Esto no es muy diferente a lo que Jesús enseñó en la primera Bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5:3).
En el lenguaje de hoy podríamos decir: Felices aquellos que reconocen que necesitan a Dios y a los demás.
La humildad y la apertura al otro son, según la ciencia, el fundamento de relaciones profundas, y estas relaciones son la clave del bienestar.
La gramática de la felicidad
La psicología positiva, impulsada por Martin Seligman y otros investigadores, ha sistematizado lo que podríamos llamar “la gramática de la felicidad”: sentido de propósito, gratitud, resiliencia, altruismo, conexión social y esperanza.
Curiosamente, cada uno de estos elementos se refleja de forma orgánica en las Bienaventuranzas.
El mensaje de Jesús no es una propuesta de felicidad superficial, sino un diseño integral que conecta el espíritu, la mente y el cuerpo en una armonía que hoy las neurociencias apenas están describiendo.
Filosóficamente, esto plantea una reflexión fascinante: si la ciencia, después de siglos de observación, confirma los principios que Jesús enseñó en un contexto sin laboratorios ni resonancias magnéticas, ¿no es legítimo pensar que en Él encontramos no solo inspiración espiritual, sino una visión profundamente realista de lo que significa ser humano?
La verdadera felicidad, enseñó Jesús, no se compra ni se mide en posesiones. Se cultiva en un corazón que sabe amar, perdonar y vivir con propósito.
El resto de esta serie explorará, Bienaventuranza por Bienaventuranza, cómo la ciencia contemporánea y las más profundas corrientes filosóficas solo han llegado a describir con nuevos términos lo que el Maestro de Galilea ya sabía: que la vida buena es, ante todo, una vida bien vivida.
- Referencias
- Waldinger, R., & Schulz, M. (2023). The Good Life: Lessons from the World’s Longest Scientific Study of Happiness. Simon & Schuster.
- Diener, E., & Seligman, M. E. P. (2002). “Very happy people.” Psychological Science, 13(1), 81–84
Serie: Jesús y la Felicidad – El Sermón del Monte a la luz de la ciencia
Les invitamos a leer: Vivir con propósito eterno: cuando la soberanía de Dios da sentido al camino
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Yovanny Medrano
Ingeniero Agronomo, Teologo, Pastor, Consejero Familiar, Comunicador Conferencista, Escritor de los Libros: De Tal Palo Tal Astilla, y Aprendiendo a Ser Feliz