- Publicidad -

- Publicidad -

“Jesús de Siberia”: cae el líder de una secta tras años de abusos y manipulación

Jesúas de Siberia
📷 Sergei Torop, conocido como Vissarion, autoproclamado nuevo Jesucristo, en una imagen de archivo.

Sergei Torop ha sido condenado a 12 años de prisión por extorsión y maltrato de sus fieles, que le consideraban la reencarnación de Jesucristo

Sergei Torop era un agente de tráfico en una pequeña ciudad rusa. Pero en 1989 tuvo una revelación: él era en realidad el hijo de Dios, la reencarnación de Jesucristo. Dos décadas después, Rusia ha condenado a Torop y otros dos líderes de su secta por extorsionar a sus seguidores y causarles daño físico y psicológico.

La sentencia ha tardado cerca de cinco años en llegar. En septiembre de 2020, las autoridades rusas llegaron a la región de Krasnoyarsk, en Siberia, para detener a Torop, conocido por sus seguidores como Vissarion. Él y sus seguidores, unos 10.000 en todo el mundo, vivían en un asentamiento religioso denominado “Ciudad del Sol”. El pasado lunes 30 de junio, Torop y otros dos líderes de la Iglesia del Último Testamento, Vladimir Vedernikov y Vadim Redkin, dueron sentenciados a 12 años de prisión por un tribunal siberiano, que cumplirán en un centro de máxima seguridad.

Los tres están acusados ​​de extorsionar a sus seguidores para pedirles dinero y de causarles daño físico y psicológico. Torop, Redkin y Vedernikov son sospechosos de “establecer una asociación religiosa cuyas actividades implican violencia contra individuos y de infligir daños corporales graves a dos o más personas”, dijo una portavoz del Comité de Investigaciones de Rusia en declaraciones recogidas por la BBC.

Te puede interesar leer: El plan para sucesión del dalai lama sigue en silencio

De agente de tráfico a Jesucristo de Siberia

Imagen de Vissarion, considerado por sus seguidores como reencarnación de Jesucristo.

Antes de declararse como hijo de Dios, Torop era un hombre cualquiera dentro de la Unión Soviética. Realizó su servicio militar obligatorio a los 18 años y, una ver terminado, trabajó como sargento en obras de construcción en Mongolia, antes de trabajar durante tres años como metalúrgico en una fábrica de la ciudad siberiana de Minusinsk. Una vez culminado su paso por la construcción y la industria, Torop trabajó como agente de tráfico durante cinco años, hasta que en 1989 los recortes de empleo le dejaron sin trabajo.

Mientras caía el Telón de Acero y la URSS se desmoronaba, Torop tuvo su revelación: afirmó al mundo que era la reencarnación de Jesús y que había “renacido” para transmitir la palabra de Dios al mundo. En 1991, fundó la Iglesia del Último Testamento en una remota región siberiana que miles de personas se apresuraron a seguir.

“Es todo muy complicado. Pero, para simplificar, sí, soy Jesucristo. Lo prometido debe cumplirse. Y se prometió en Israel hace 2000 años que regresaría, que volvería para terminar lo empezado. No soy Dios. Y es un error ver a Jesús como Dios. Pero soy la palabra viva de Dios Padre. Todo lo que Dios quiere decir, lo dice a través de mí”, declaró Torop en el año 2002 en una entrevista con The Guardian. Llegar hasta él no fue sencillo, tal y como describió el difunto periodista Ian Traynor, entonces editor del medio británico: «Para encontrar Vissarion, hay que volar 3.700 km al este desde Moscú hasta la ciudad de Abakán, en el sur de Siberia, al norte de la frontera con Mongolia, y luego conducir durante seis horas por carreteras llenas de baches atravesando una serie de aldeas”.

Veganos, abstemios y apocalípticos: la Iglesia del Último Testamento

Imagen de archivo de la Iglesia del Último Restamento.

La comunidad religiosa creada por Torop se regía por rituales arcanos, contaba con sus propias leyes, himnos y calendario. El líder religioso no permitía “vicios”: no se podía fumar, beber o decir palabras malsonantes. Tampoco comer carne ni productos derivados de animales, a excepción de bebés y madres lactantes, que podían consumir algunos lácteos fermentados. “Aquí todo está prohibido. No se nos permite hacer nada más que enamorarnos”, expresó una de sus seguidoras a The Guardian en 2002.

Como ritual diario, los fieles se levantaban a las 7 de la mañana para dirigirse al centro de la Ciudad del Sol, donde se reunían alrededor de un círculo de barro rodeado de piedras. En el medio, la figura de un ángel tallado en madera, con las alas extendidas y coronado por una cruz dentro de un círculo, símbolo de la Iglesia del Último Testamento.

Debían, además, rezar tres veces al día, marcadas por el sonido de una campana. De 270 kilos de peso, fueron los seguidores de Torop quienes la erigieron y cargaron con ella durante 50 kilómetros.

El ambiente era, según definió The Guardian, “alegremente apocalíptico”, pues se extendía entre los fieles la creencia de que un gran cometa arrasaría la Tierra en los próximos años.

Extorsión y manipulación psicológica

Imagen de la detención de los líderes de la Iglesia del Último Testamento.

Este particular culto comenzó poco a poco a realizar prácticas de extorsión y manipulación de sus seguidores. Según los fiscales rusos, Torop ejercía un control sobre sus seguidores, infligiendo “daño moral” a 16 personas, dejando a seis con “graves problemas de salud”.

“Se produjeron situaciones ridículas en las que adultos y niños murieron porque no recibieron asistencia médica”, dijo a la BBC Elena Melnikova, una de las al menos ocho personas que testificaron contra Vissarion y sus lugartenientes en 2021, tras el arresto del líder religioso. Entre las normas del culto, regía un mandamiento antimédico: “Conócete a ti mismo. De ahora en adelante, la carne debe sanarse a sí misma. En la mayoría de los casos, la enfermedad es un castigo por la incapacidad de mantener la propia carne en armonía con la naturaleza”, rezaba la enseñanza religiosa.

Según Melnikova, los líderes comunitarios pedían dinero para la comunidad, llegando en algunos casos a ceder todos sus ahorros a la Iglesia. Los tribunales siberianos han condenado a 11 y 12 años de cárcel a Vedernikov y Redkin y a 12 años a Torop, quienes niegan haber cometido ningún delito y podrían apelar la sentencia. En cualquier caso, la justicia les reclama 45 millones de rublos (aproximadamente 486.700 euros) en concepto de daños y perjuicios a las víctimas.

Fuente: Infobae

Etiquetas

Artículos Relacionados