En medio de las amenazas, en los ámbitos económico y social, de la pandemia del Covid- 19, la celebración de las elecciones presidenciales y congresuales, previstas para el próximo 5 de julio, constituye el principal imperativo que tiene por delante este año el país.
Esos comicios son vitales para la buena marcha de la vida institucional y democrática de la sociedad dominicana, sin que ello signifique que haya que colocarlos, de manera obligatoria, por encima de la salud de la población.
De todas maneras, la racionalidad y el consenso político deben prevalecer al momento de la toma de la decisión final en este sentido.
La Junta Central Electoral (JCE), responsable por mandato de la Constitución de la República del montaje de las elecciones, tendrá que hacerlo bien, sí o sí, para que los resultados electorales sean confiables ante los ojos de la sociedad en general.
Y para lograrlo, lo primero está en mantener la cohesión interna y una actitud abierta de dejarse acompañar, porque el ejercicio de la política se caracteriza por la complejidad de los actores.
En el contexto anterior, dos cosas preocupan; una, el asomo de que la vocería se debilite, y la otra, el aparente recelo con la Comisión de Acompañamiento designada en el diálogo nacional del Consejo Económico Social (CES), a los fines de dar continuidad a los trabajos respecto del montaje de los venideros comicios.
El actual Pleno de la JCE, en una sabia decisión de la gestión que encabeza Julio César Castaños Guzmán, optó desde el inicio de que fuera éste su único vocero; probablemente partiendo del hecho de que sus predecesores vivieron una especie de Torre de Babel, no logrando unificar un discurso, o en la titanomaquia de la mitología griega en que los dioses se enfrentaban entre sí en el Olimpo.
Luce que desde la celebración, en marzo pasado, de las elecciones municipales, la vocería unificada ha perdido parte de su cohesión.
Tengo como ritual leer en la Biblia el texto de Marcos 3:24-26, versión Reina-Valera, 1960: “Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer”.
La otra cuestión que llamó la atención fue par de twits de monseñor Jesús Castro Marte, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Santo Domingo y vocero de la Comisión de Acompañamiento, en los que se quejó de la JCE.
En uno de ellos escribió: “El objetivo primordial de la Comisión de Seguimiento es velar por un proceso electoral transparente y creíble. Solicitamos a la JCE tomarnos en cuenta a la hora de tratar los temas relacionados con el montaje de los comicios, para que no se pierda su razón de ser”. Ante esta situación, el órgano electoral se reunió con ellos el miércoles de la semana pasada.
La Comisión de Acompañamiento, además de Castro Marte, está conformada por Pedro Brache y César Dargam, presidente y vicepresidente ejecutivo del Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), respectivamente; Radhamés Martínez Álvarez, presidente de Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE); Samuel Conde, de la Acción Empresarial por la Educación (EDUCA); reverendo Nérsido Borg Cedeño, Mesa de Diálogo y Representación Cristiana; pastor Feliciano Lacen, del Consejo Dominicano de Unidad Evangélica (CODUE), y Sonia Díaz Inoa, coordinadora general de Participación Ciudadana. Participan también representantes de jóvenes.
En medio de esta coyuntura especial, la JCE no debe dividir su casa y dejarse acompañar, a fin de que de las próximas elecciones presidenciales y congresuales salgan electas las autoridades que mejor representen los intereses del país.