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Jany Ventura

Pedro Ángel Por Pedro Ángel
Jany Ventura
📷 Pedro Angel

Tenía un apellido prestado. Ureña era el suyo, Ventura, el del venturoso rey de la cadera y el merengue, el Caballo Mayor, Johnny Ventura. Lo imitaba con desparpajo en sus bailes graciosos. Y con eso hizo una marca: Jany Ventura. Su vida se fue, pero dejó miles de dolientes, familiares, soneros, salseros, merengueros, “zonaconderos” y toda clase de gente que ama la vida a través de la bohemia y los ritmos caribeños. Parecía que no tenía dolientes porque siempre se le vio solo. Y tenía 7 hermanos que siempre se ocuparon de él.

Llevó su infancia en las calles de Ciudad Nueva, la Zona Colonial y San Carlos, el Parque Eugenio María de Hostos y grupos residentes de su generación. Jack Veneno era su ídolo y todos los domingos, los que nos criamos con él, evadíamos la seguridad tras el show del Eugenio y saltábamos en el ring que minutos antes victoriosos y vencidos se batían en la lucha libre que tanta atención generó. Unos decían que era hijo del Vampiro Cao por su parecido con ese otro personaje de la lucha libre de los 70 y 80.

Era humano, compartió con toda una infancia en Ciudad Nueva y San Carlos. Rafael Mieses, mi amigo de Tampa, me contó que duraba años sin toparse con Jany y cuando este querido personaje lo vía, le preguntaba por su hermano Ramón. Me dijo Rafa: Pedro, ahora nos damos cuenta lo tanto que queríamos a Jany.

Era el alma de los centros de entretenimiento de la parte baja de la ciudad, de la zona con historia colonial, los poetas de postguerra y el refugio de los Constitucionalistas.

Le cuelgo una medalla El Grupo Bonyé y todos sus integrantes, que se tomaron el caso para ellos y, en contacto con su familia, procuraron que su cuerpo fuera sacado del almacén de cadáveres de gente con dinero y abolengo que estaban en el INACIF. Los integrantes de Bonyé, con apoyo de la familia Jany, estuvieron horas y días tras su cuerpo en INACIF. Iban un día, llamaban otro día, hasta que lo recuperaron. Lo sacaron de ese almacén de tristeza que se convirtió el centro de las autopsias.

A Jany, los Bonyé, su familia, comunitarios de San Carlos, Ciudad Nueva y la Zona Colonial lo pusieron en la lápida pública para que todos sepan quién era. En el Parque Cervantes, junto al grupo cultural Cervantes, le hicieron un homenaje previo a su sepultura. Al día siguiente fue velado dignamente en la modesta funeraria La Altagracia en honras fúnebres a las que no asistió la prensa. A su velorio y sepultura no fue Abinader, ni las dos Raquel, la que vice gobierna y la que comparte hogar con el Presidente. Tampoco fueron funcionarios, legisladores, gremios de artistas, figuras, influencers, buscadores de cámara y demás.

Su hermano Rafelito, al dirigir palabras en el velatorio, dijo que Jany era de todos y ellos sus hermanos, y se mostró satisfecho de la valoración de quienes lo exaltaron con su trato y cuidado toda su vida.

Yo, como escribidor sensible, también me monté en el lomo de la circunstancia para que este hermoso y dócil ser humano no pasara desapercibido y caminara al Cielo y la gloria.

José. Bienvenido Ureña o Jany, el que por tanto tiempo nos alegró y estuvo a nuestro lado con su poco hablar, se fue y debe estará en el salón de fiesta del paraíso, amenizando con su baile la presencia de las 232 almas que perdimos.

Sube en paz, Jany.

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Pedro Ángel

Periodista especialista en temas de salud.

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