
En 1982 era estudiante en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde me correspondió la elaboración de un análisis para la evaluación final de la asignatura Periodismo Interpretativo sobre los principales eslóganes de campaña de los partidos que participaban en las elecciones de ese año.
Nunca he olvidado que uno de los mensajes más potentes del proceso electoral lo enarbolaba el candidato presidencial del, para entonces, poderoso Partido Revolucionario (PRD), Salvador Jorge Blanco; quien finalmente ganó las elecciones.
El mensaje era breve, pero poderoso, en un contexto en que la corrupción gubernamental constituía uno de los temas más polarizantes de la campaña. “Manos limpias al poder”, decía el mensaje, una clara advertencia no solo a los que se habían enriquecido con el erario en el pasado, sino, también, dirigida a los propios compañeros y compañeras de su organización gobernante en ese momento.
En el análisis, pensé, no podía quedar fuera del contenido vertido en las cuartillas el contexto de que a lo largo de la campaña electoral se produjeron numerosas denuncias de corrupción en torno a funcionarios, familiares y allegados del presidente Antonio Guzmán Fernández, que terminó suicidándose en el baño de su despacho en el Palacio Nacional, a 43 días de concluir el mandato.
La política, sin embargo, resulta ser irónica; tanto así que, una vez fuera del poder, Jorge Blanco fue sometido a la justicia en 1986 por delitos de corrupción y condenado, en un hecho sin precedentes en República Dominicana.
El relato hace conexión directa con la actual administración del Partido Revolucionario Moderno (PRM), encabezada por el presidente Luis Abinader, que en el 2020 se inauguró en el poder enarbolando como punta lanza la lucha contra la corrupción.
Irónicamente, hoy se encuentra ante un megacaso de corrupción administrativa en el Segura Nacional de Salud (Senasa), el cual considero un crimen de lesa humanidad, debido a que los afectados son los usuarios que han visto reducido significativamente las atenciones en salud.
Este ha sido una de las situaciones que más atención ha captado en las últimas semanas, en la que el Ministerio Público investiga una presunta red de corrupción que operó durante al menos cuatro años, causando pérdidas millonarias y afectando los servicios de salud de millones de afiliados.
Vale la pena señalar que el propio presidente Abinader afirmó que su gobierno solicitó en noviembre de 2024 que se iniciara una investigación sobre Senasa. A raíz de esto, fue destituido su director, Santiago Hazim.
El mandatario trató de poner distancias para el futuro cuando reafirmó su compromiso con la transparencia y la integridad en la gestión pública al declarar: “Yo tengo muchos amigos, pero no cómplices”. Y mientras el fuego de la corrupción arde sobre el erario, la Dirección de Ética e Integridad Gubernamental que dirige Milagros Ortiz Bosch, parece limitarse a tocar plácidamente el arpa.
En ese mundo irónico de la política en República Dominicana, aunque las puertas de las cárceles quedaron abiertas para los políticos con el apresamiento de Jorge Blanco, esto se aceleró en el año 2020 cuando se judicializaron expedientes que incluyen a familiares directos del expesidente Danilo Medina, oficiales generales activos y exfuncionarios. Aunque se ha tratado de ocultarlo, esta acción cuenta con el respaldo del oficialismo.
A propósito, mi análisis, con el que procuraba optar por la aprobación de la asignatura, concluía afirmando: “Sabe el hombre dónde nace y no dónde va a morir”, un verso del poema “En la vida todo es ir”, del poeta puertorriqueño Juan Antonio Corretjer.
¡Que irónica es la política!