Se insiste con poca fe en algunas cosas. Y si se tiene poca fe, ¿para qué se insiste?.
Pienso que la respuesta podría ser: Porque si no se insistiera una y otra vez, significaría que nos hemos rendido, que aquello por lo que se venía propugnando era una necedad que no merecía ninguna atención.
Es por eso que todavía tengo la cachaza de seguir insistiendo en la quijotada de que a la Policía Nacional hay que voltearla como a una media, transformarla de la A a la Z, convertirla en una verdadera institución de seguridad ciudadana.
Porque al paso que vamos nunca llegaremos a una sociedad con garantías de supervivencia y convivencia civilizadas.
En vez de sentirnos protegidos, los ciudadanos vivimos aterrorizados tanto por el auge de la delincuencia común, como por la circunstancia de que en un alto porcentaje de casos criminales, hay implicados oficiales de todo rango, que se prevalecen de sus uniformes para cometer todo tipo de tropelías.
El asunto no se resuelve con un simple cambio de los jefes policiales, ni con arengas ni con traslados. Hay que pensar seriamente en una transformación funcional, de raiz, del llamado cuerpo del orden. Antes de que, finalmente, perdamos, yo y los que así pensamos, lo poco de fe que nos queda para seguir insistiendo.