Hace poco más de un año, leyendo el más reciente libro del autor israelí Yuval Noah Harari, titulado Nexus, me encontré con una idea que me ha acompañado todo este tiempo. Harari afirma que: “la invención de la inteligencia artificial podría ser más trascendente que la invención del telégrafo, la imprenta e incluso la escritura, porque es la primera tecnología capaz de tomar decisiones y generar ideas por sí misma”. No lo dice para asustarnos, sino para recordarnos la dimensión del momento que estamos viviendo.
Con estas palabras inicié, el pasado día 11 de noviembre, el primer congreso de innovación cultural, un espacio que nos sirvió para analizar los avances, tendencias y realidades de la cultura frente a los desafíos tecnológicos de nuestros tiempos.

Innovación
Mucho se habla en foros nacionales e internacionales sobre la innovación, cuan necesaria es, qué perseguimos con ella, etc. Desde el postulado más básico, definido como la acción de alterar algo; de introducir novedades, hasta ponderaciones más profundas y nítidas, como las expresadas por el padre del managment moderno, el austríaco Peter Drucker: “la innovación es la herramienta específica del empresario innovador, el medio por el cual explotar el cambio como oportunidad. Es la acción de dotar a los recursos de una nueva capacidad para producir riqueza”.
La innovación toca transversalmente todos los aspectos de la vida. Lo que producimos, los hábitos de consumo, la manera en cómo nos relacionamos han sido moldeados por nuevas concepciones y formas de ver y asumir un mismo propósito y, lo más transformador, es que nos hace desaprender de prácticas obsoletas que acompañaron nuestros criterios por largos periodos.
El joven autor, psicólogo y profesor universitario Adam Grant, en su formidable libro, “Piénsalo otra vez”, habla sobre la necesidad de abrirnos a las posibilidades de renovarnos, de crear e innovar, para que la vida no asuma a destiempo el camino de la involución, dice: “hace falta tener humildad para reconsiderar los compromisos del pasado, dudas para cuestionar las decisiones del presente, y curiosidad para volver a imaginar los planes del futuro”.
Tecnología
Desde las primeras civilizaciones se han utilizado metodologías para mejorar procesos y aumentar rendimiento, eso es lo que conocemos como tecnología. Aplicado a la realidad del siglo XXI, la tecnología ha entrado en una etapa de total digitalización: datos, comunicación, industria, servicios, etc.
Hoy, el mundo asociado a la tecnología pasa por una gran convergencia entre inteligencia artificial, robótica, las ciencias congénitas, biotecnología, el internet de las cosas, así como la centralidad adquirida por los datos como recurso estratégico.
La simplificación de procedimientos conduce a cambios trascendentes, como lo refleja un poderoso ejemplo del estudio del científico checo, Valclav Smil, en un texto titulado, “Los números no mienten”, dice: “los cambios tecnológicos han provocado que desde 2007, más de la mitad de la humanidad viva en zonas urbanas. Para el 2050, más de 6,300 millones de personas, dos tercios de la población mundial, vivirán en ciudades con un número creciente de megaciudades de más de 10 millones de habitantes”.
Cultura
Para ese conjunto de conocimientos, creencias, valores, tradiciones, expresiones artísticas, comportamientos y formas de vida compartidos por una sociedad, que llamamos cultura, una diversidad de expresiones la componen: la lengua, la música, danza, literatura, rituales y modelos de pensamiento crítico.
De conformidad con los aspectos tecnológicos que caracterizan la vida en comunidad, que transforman la creatividad, consumo y circulación en contenidos digitales, es la especificación más exacta de cultura digital.
A la cultura digital se le asocian la cultura de la innovación y la tecnológica, la primera como el conjunto de actitudes de carácter colectivo que persigue la experimentación como fuente para la transformación de soluciones nuevas sobre una idea preexistente. La otra, la cultura tecnológica, moldea nuevos hábitos de comportamientos, derivados de la convivencia con las redes sociales, datos, inteligencia artificial, dispositivos y procesos de automatización.
Congreso de innovación cultural
En un esfuerzo colaborativo entre aliados fundamentales como la UNESCO, la OEI, la CECC-SICA y la Embajada de España, a través del Centro Cultural de España, desarrollamos una amplia conversación sobre la importancia de la aplicación de las nuevas tecnologías en el desarrollo de las industrias culturales y creativas en la República Dominicana.
Con más de 20 expertos nacionales e internacionales abordamos las tendencias más actuales en economía digital creativa, políticas publicas culturales, preservación patrimonial, arte digital, y nos adentramos en el novedoso mundo de los videojuegos.
En relación al ámbito gamer, cada vez más, jóvenes dominicanos se enfocan en la creación de materiales audiovisuales de impresionante calidad que son exportados y que han competido con sobrada eficiencia en espacios tan exigentes como Corea del Sur y Japón.
El congreso no sólo concentró su enfoque en aspectos teóricos propios del debate de ideas, sino que le brindamos un carácter práctico a 60 proyectos que recibieron mentorías en propiedad intelectual, marketing y finanzas; además, presentamos una feria de emprendimiento culturales digitales, y una muestra de arte inmersivo que incorpora hologramas desarrollados por la Dirección General de Museos.
Para el país, pensar en su futuro creativo y plantear una política cultural digital alineada a la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial, impulsada por el gobierno dominicano, debe ser un objetivo primordial. Un propósito de esta dimensión debe convocar y reunir a los cerebros más preparados del país, el sector privado, organismos internacionales, con el acompañamiento de nuestras principales universidades.
Las sociedades cambian vertiginosamente y necesitan que el contexto de interacción entre todos los sectores fluya más y mejor contando con las herramientas que la innovación y la tecnología ofrecen.
Al entrelazar innovación, tecnología y cultura, logramos configurar una renovada visión, acoplándola a una de las realidades más firmes: el cambio.
La cultura, como alma de los pueblos, debe presentarse con nuevas vestiduras, esas que sólo la innovación tecnológica proporciona, para lograr, con mayor presteza, la necesaria conexión con las nuevas generaciones. El futuro nos toca las puertas, hoy.