Inmigración haitiana: crónica de una tragedia interminable

Inmigración haitiana: crónica de una tragedia interminable

Inmigración haitiana: crónica de una tragedia interminable

Ricardo Vega.

Violencia de pandillerismo, tiroteos contra aviones comerciales, control de carreteras por grupos armados y casi veinte mil refugiados en quince campamentos imprevistos, desnudan la realidad que se vive hoy día en Haití.

La única diferencia con las convulsiones políticas y catástrofes naturales que ocurrieron durante las décadas de los noventa y del dos mil, el brote de cólera que siguió al terremoto y las inundaciones por diferentes huracanes, es la fecha en que se produjeron.

Y lógicamente, esto empuja a que cada vez sea mayor la cantidad de haitianos que busca desesperadamente escapar de ese escenario.

Mientras el infortunio se extiende de aquel lado, el flujo inmigratorio hacia este no termina.

Las expulsiones masivas poco han modificado las condiciones en que los haitianos desarrollan sus actividades en RD. La eliminación de la nacionalidad a dominico-haitianos (2013) y el Plan Nacional de Regularización (2014-2015) tampoco arrojaron resultados satisfactorios.

Es la historia del nunca acabar. En un terreno fértil para la exacerbación de conflictos históricos y prejuicios, cuyas primeras manifestaciones iniciaron con la guerra de 1844. Gran cantidad de campesinos haitianos cruzó la frontera con el propósito de establecerse en el este.

En 1912 el congreso adoptó una ley que prohibió la entrada de inmigrantes «de raza que no sea la caucasiana (sic)» para trabajar en la agricultura. Esta lo que hizo fue incentivar la inmigración clandestina.

Más tarde, la agitación política de la ocupación norteamericana (1916) motivó otra oleada desde el vecino país.

A partir de 1930 la mano de obra haitiana y el sector cañero establecen una relación tan estrecha que se convierte en la propia historia de la industria.

En sus inicios grupos de trabajadores se organizaron contra los causantes de la disminución de los salarios en dicho sector.

Los haitianos desplazan la mano de obra cocola. Y según el censo de 1920, representaban el mayor grupo de extranjeros en el país (28,258).

Ese crecimiento se dio paralelo a las controversias y negociaciones en torno a la delimitación de la frontera, la cual se resolvió en 1936 con la firma del Protocolo de Revisión del Tratado sobre la fijación de 1929.

El ingreso de haitianos siguió a la sombra de las empresas azucareras. Constituido el impero azucarero trujillista, resurge la demanda de esta mano de obra.

La caída de los Duvalier y el movimiento de dechoukaj (1986), el bloqueo comercial impuesto por la Organización de los Estados Americanos (OEA) y  la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para presionar a los golpistas, destruyó miles de puestos de trabajo.

En los noventa y principios del segundo milenio, alrededor de 20 mil haitianos ingresaron anualmente de forma irregular a territorio dominicano.

La privatización y posterior cierre de la mayoría de ingenios provocó el desplazamiento de estos  hacia la construcción, el turismo y las ventas informales.

Desarrollar mecanismos que realmente organicen y regularicen la situación. Que los actores sociales de ambos lados fomenten una cultura de mayor tolerancia y respeto. Sería una forma adecuada de comenzar a enfrentar con seriedad el fenómeno.

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