Información digital y control

Información digital y control

Información digital y control

José Mármol

Para nadie es secreto que la democracia acusa, en muchos de los países donde predomina como forma de Gobierno, un preocupante debilitamiento de sus cimientos institucionales y de los mecanismos plurales de su modus operandi. En algunos casos, de hecho, se trata de una degradación en su red de poderes, derechos y deberes, cuando no de una deriva populista con arrogante pretensión autocrática.

¿Queda ajeno este proceso al renacimiento utilitario de ideologías extremistas que la democracia misma había convertido en fósiles? Es de suponer que no.

¿Se puede llegar a una comprensión cabal de la degradación o el déficit de la cultura democrática sin tomar en consideración el apogeo del medio digital y, consecuentemente, la pretensión totalitaria de la racionalidad tecnológica, el knock out infligido por el mundo online al pasado offline, así como la metamorfosis que en nuestro estilo de vida, modo de pensamiento, forma de ofrecer y consumir productos y servicios, y la creación de artefactos y plataformas han provocado la digitalización y la nueva religión o ideología de los datos?

Con la virtualización y la digitalización como recursos que responden a una nueva forma de vida y de pensamiento, ¿puede el valor de la representación seguir siendo el pilar por excelencia de la vida en democracia? El poshumanismo y el transhumanismo podrían ofrecer pistas, aunque a veces angustiantes, para una respuesta a este último interrogante.

Como ocurre con la mayoría de los filósofos, y con la filosofía como disciplina centrada en la calidad de los conceptos, el pensador y crítico cultural de origen surcoreano Byung-Chul Han, actual profesor de la Universidad de las Artes de Berlín y, a día de hoy, uno de los autores más leídos en materia de cultura y pensamiento, se ha hecho preguntas ante las cuales no siempre tiene las respuestas esperadas.

Más que una trampa, es este un pivote deontológico de la filosofía misma. En su ensayo titulado “Infocracia.

La digitalización y la crisis de la democracia” (Taurus, Barcelona, 2022) reflexiona acerca de cómo los mecanismos físicos o corporales de control de los individuos, propios de lo que, en procura de conocer las implicaciones de una ortopedia social con fines de control político y cognitivo, Michel Foucault catalogó como régimen disciplinario, se han transformado en mecanismos digitales para la instauración de un régimen de la información, basado en el control psicopolítico y la manipulación del comportamiento a través de los datos, la racionalidad numérica, aditiva o de cálculo y los algoritmos como punta de iceberg de la inteligencia artificial.

Hemos migrado de la vigilancia física de las personas, basada en personas, a la vigilancia digital, basada en pantallas, procedimientos automáticos o codificados y datos. Hemos pasado de la biopolítica, como disección y hermenéutica del poder, a la psicopolítica; de la explotación laboral por otro, a la autoexplotación; de la sumisión u obediencia forzadas, a la ilusión de creernos libres o autónomos, porque no vemos ni sentimos los dispositivos de seducción, control, dominación y explotación.

Nada más oscuro que la transparencia como elemento propagandístico en el régimen de la información. Creemos que disponemos de los datos, cuando en realidad, se nos reduce a datos, se nos maneja como datos: somos la mercancía, el producto de la vigilancia digital, cuya plusvalía descansa en la cantidad en tiempo de nuestra propia atención, y también desconocimiento, frente a todo lo que ofrece el mundo online, donde incluso la conveniencia se torna forma de vigilancia.

Porque, en el ámbito digital, el medio se convierte en absoluto dominio, dado que es en el medio (o los medios como soportes digitales) donde afianza tentáculos el régimen seudodemocrático de la información.