Con la llegada de la tecnología y su progresiva instalación en el ADN cotidiano, ha aparecido un nuevo tipo de traición afectiva. Nos referimos a la infidelidad digital, un fenómeno cada vez más común y fuente de sufrimientos y preocupación en la relación de pareja. Ahora, ya no hace falta salir de casa para ser infiel y esto se usa a veces como excusa y también como escudo.
“¡Pero si no ha pasado nada!” nos dicen. “¡Pero si ni siquiera nos hemos visto en persona!”, insisten. A pesar de ello, el desconcierto es el mismo y el impacto duele por la deslealtad emocional, por la ruptura de la confianza y por el engaño flagrante de quien busca complicidades en otro hogar. En ese mundo en línea, como vemos, uno puede tener varias vidas paralelas a la de quien duerme a su lado sin sospechar nada.
Así, y por llamativo que nos pueda parecer, este tipo de situaciones no aparecen solo entre los nómadas digitales. El engaño virtual no surge únicamente entre los millenials y la generación Z. Pensemos que el consumo de pornografía por Internet, por ejemplo, se manifiesta en cualquier cohorte de edad y algo así podemos considerarlo también como traición si la pareja no lo sabe o no está conforme con ello.
Infidelidad digital: traiciones, emociones furtivas y refuerzo de la autoestima
Las infidelidades ya no son lo que eran, pero no por ello son menos graves. Si antes los engaños surgían con los flirteos en el trabajo o con una escapada furtiva en medio de la noche en busca de algo nuevo, ahora nos basta con una cuenta en una red social. También con darnos de alta en aplicaciones orientadas para ello. Unos cuantos likes, unos comentarios subidos de tono a alguna foto, un mensaje directo y se inicia el juego, el coqueteo digital.
Son muchos los que opinan que la infidelidad digital no es una infidelidad real. Sin embargo, ¿dónde está el límite?, ¿dónde está el manual que nos permita diferenciar cuál es permisible y cuál no? Trabajos de investigación, como el realizado en el Instituto Nacional de Salud Mental y Neurociencias (NIMHANS) de Bangalore (India), lo dicen claro: la infidelidad en línea se percibe de manera tan traumática como la infidelidad real. Profundicemos un poco más.
El mundo digital, el escenario de lo ambiguo y la traición remota
La infidelidad digital se lleva a cabo a escondidas. Revisamos nuestros móviles cuando nuestra pareja no mira en busca de un nuevo mensaje. Mantenemos conversaciones o hacemos sexting (envío de mensajes o fotografías con alto contenido sexual) a espaldas del otro y de forma furtiva. ¿De verdad no supone ningún problema este tipo de comportamientos?
Son muchos los que aún ven cierta confusión en la infidelidad digital. Al fin y al cabo, ese flirteo subido de tono por Instagram casi nunca llega a nada real. ¿Qué importancia tiene si uno sigue amando a la propia pareja?, insisten. En ese mundo en línea, las posibilidades son infinitas y no hay nada malo en sacar partido de él (se dicen a sí mismos). Sin embargo, la realidad es otra.
Los coqueteos virtuales suponen una clara traición y las razones son las siguientes:
- Con la infidelidad digital, vulneramos por completo el principio de confianza.
- Una parte de nosotros sabe que ese flirteo, que esos mensajes sexuales podrían hacer daño a la otra persona si lo supiera. La infidelidad no supone en exclusiva traicionar sexualmente a la pareja. Implica buscar intimidad en otra persona diferente a esa con quien tenemos un compromiso. Las intenciones tienen tanta implicación como los propios actos.
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Ahora bien, estudios como los realizados en la Universidad Northcentral (California) nos señalan algo interesante. Se considera la infidelidad emocional como algo mucho más grave que la infidelidad sexual en línea. Asimismo, los hombres, por término medio, ven con menos gravedad la infidelidad digital que las mujeres.
El problema de autoestima como desencadenante de la infidelidad digital
Cuando se inicia ese intercambio de likes, comentarios y conversaciones íntimas, la mayoría de las personas no buscan engañar a la pareja. El propósito no es el sexo ni la traición como tal.
Lo que existe, en realidad, es el anhelo de experiencias nuevas, el subidón de adrenalina, el refuerzo de la autoestima, la búsqueda de la emoción furtiva dando ilusión a un momento del día.
- El perfil del infiel digital es alguien con una baja autoestima que necesita refuerzos rápidos.
- No podemos olvidar que hay infinidad de portales y aplicaciones enriqueciéndose precisamente con este tipo de necesidades. Los problemas emocionales son un negocio para las grandes empresas de Internet.
- ¿En qué posición estoy yo en el mercado de citas actual? Otra razón por la que se practica el coqueteo digital es para saber si uno aún tiene “potencial”. ¿Sigo siendo atractivo? ¿Si ahora no tuviera pareja podría encontrar otra más, rápidamente? Basta con meternos en ciertas páginas o probar suerte en redes sociales para descubrirlo.
- El universo digital es más sencillo que el mundo real. Esta es, sin duda, otra cuestión evidente: el mundo en línea se mueve a otro ritmo, tiene otras normas y todo resulta más estimulante y, sobre todo, rápido. Nos damos de alta en ciertas aplicaciones para buscar algo concreto, entramos en grupos con gustos afines… Todo esto nos evita perder tiempo, navegar en el anonimato y obtener lo que queremos en poco tiempo.
Para concluir, los tiempos de Sexo, mentiras y cintas de vídeo que nos trajo Steven Soderbergh en aquella célebre película de los 90 han cambiado por completo. El sexo ya es posible en otro tipo de escenario, las cintas de vídeo han dado paso a los teléfonos móviles y las mentiras, eso sí, siguen siendo falsedades que hacen daño y rompen relaciones.