Impuestos en la era del consumo por internet

En los años noventa se produjo la más profunda reforma a las leyes tributarias de todo el siglo pasado y lo que va del actual.

El sistema impositivo conocido hasta ese momento se cambió de arriba hasta abajo.

La razón fue que, como consecuencia de la corriente globalizadora que crecía de manera indetenible en el mundo, se producían tratados de libre comercio que reducían de manera sustancial las recaudaciones del Estado en las aduanas.

Como el Estado no tenía forma de continuar recibiendo ingresos equivalentes a los que dejaba de recaudar en las aduanas por la eliminación de aranceles, debió cambiar la estructura impositiva para poner mayor carga en los impuestos internos.

Así surgió la Dirección General de Impuestos Internos como la conocemos hoy, pues los gravámenes ya tendrían que ser mayoritariamente a las actividades productivas en el interior de nuestro territorio.

Algo similar está ocurriendo ahora y, al igual que a principio de los años noventa, debe volverse a discutir nuestro sistema tributario.

La pandemia por el Covid-19 aceleró un proceso que venía en camino desde hace años. El comercio electrónico ha crecido de manera exponencial gracias a las nuevas tecnologías y al cambio de cultura impuesta en el consumidor por la pandemia y el confinamiento.

También se han generado muchas grandes fortunas, lo cual también obliga a mirar hacia las “ganancias excesivas” como parte de los objetivos tributarios.

Ambas situaciones obligan a un replanteamiento de la estrategia tributaria de un Estado pobre que está viendo como se reduce la participación en la economía de fuentes de tributación importantes en el pasado o como surgen negocios muy rentables que no están gravados a nivel local, ni generan empleos en nuestro territorio.

Ha llegado el momento de discutir la necesidad de una nueva reforma fiscal profunda que vaya acorde con las nuevas realidades económicas y los cambios en la cultura del consumo.