En su columna que todos los días publica en “El Caribe” el respetable periodista Miguel Guerrero hace éste referencia a un debate público que se escenificó en el ámbito político nacional hace ocho años, en torno al derecho que asiste a los ciudadanos para abstenerse de votar cuando ninguno de los candidatos propuestos les satisface.
Está fuera de discusión que una de las características esenciales de la democracia es el derecho a elegir y ser elegido. “Votar es un derecho, votar es un deber”, reza una socorrida frase de campaña.
La República Dominicana está hoy inmersa de manera prematura en plena campaña electoral, aunque todavía falta por definirse quiénes serán los aspirantes a la presidencia y demás cargos electivos.
Nada garantiza que los sufragantes tendrán ante sí, cuando se encuentren solos con su conciencia en la caseta de votación, nombres de candidatos que les inspiren confianza y simpatía para merecer ser elegidos.
Miguel Guerrero recuerda que en aquella ocasión yo dirigí una carta a la Junta Central Electoral, en la cual preguntaba:
“¿Y si ninguno de los candidatos satisface a ningún ciudadano, está este obligado a votar por alguien a quien no quiere o que no le simpatiza?”.
Hoy, ocho años después, me toca a mí citar a Guerrero y concluir este comentario con una frase suya:
“Como el sistema no contabiliza el voto en blanco y no hay posibilidad de voto de rechazo, la abstención puede ser la forma de escapar a la trampa que cada campaña electoral nos tiende. Somos ciudadanos, no borregos, aunque nuestra conducta electoral sugiera lo segundo”.