El Gobierno contempla permitir la importación libre de pollo, una medida que tiene como mayor efecto eliminar el sobre costo de la especulación en el comercio local de esa fuente de proteína.
Eso así, porque los precios de ese producto a escala internacional están impactados por las alzas de los commodities, en particular el maíz. Por tanto, esas importaciones no deprimirán los precios internos del pollo a tal nivel que ponga en riesgo la supervivencia de los productores.
Esas exportaciones pueden garantizar el flujo adecuado de pollo ante el aumento del consumo (demanda) y evitar escasez. También podría garantizar que el consumidor reciba el producto a los precios que manda el mercado sin que una demanda reducida incida en los mismos.
Las autoridades tienen el reto de garantizar que los consumidores puedan acceder a la carne de pollo a los precios que mandan los costos de producción más los márgenes adecuados de ganancia.
Ha habido un aumento de la demanda de carne de pollo, según confirman los propios productores y las proyecciones son de que siga aumentando en la medida en que el turismo se vaya recuperando.
Las exportaciones libres en esta coyuntura pueden ser un buen instrumento de estabilización de precios, sin que nadie salga perdiendo. Esperemos que este mecanismos se maneje de la forma más adecuada para el beneficio de los consumidores, preservando la salud financiera de los productores.