Así como ricos y poderosos buscan imponer sus intereses, en el otro extremo social se producen situaciones similares, aunque parezca extraño, o sea, “políticamente incorrecto” manifestarlo.
En nombre de la pobreza se han permitido muchas malas prácticas que al final de cuentas generan riquezas a los que manipulan ese discurso.
Ocurre, por ejemplo, con las ocupaciones de tierras en las que primero se impulsan personas que muestran una pobreza (a veces exagerada) para justificar un discurso social con el que pretenden apropiarse de lo que no les corresponde.
El lenguaje popular que con frecuencia recoge en una expresión un fenómeno complejo ha decidido identificar a quienes ponen la pobreza como fachada para justificar ilícitos. Los llama “padres de familia”.
Los encontramos ocupando aceras, violando las leyes de tránsito en el concho, son vendedores ambulantes, construyen locales para comercios en lugares públicos, violentan normas higiénicas en la manipulación de alimentos para la venta.
También, como ha quedado reflejado en unos trabajos publicados en EL DÍA, se han robado y arrabalizado los laterales de autovías y circunvalaciones, terrenos que se dejan para futuras expansiones, emergencias de los vehículos y que además no deben convertirse en asentamientos humanos por razones de seguridad vial.
Lo primero es que esa praxis perjudica a todos y permitirla no elimina la pobreza invocada por los invasores para justificar su ilícito.
Lo segundo es que tras la primera línea de invasores se ocultan grandes beneficiarios del hurto de terrenos ajenos que mueven negocios millonarios sustentados en la ocupación ilegal de terrenos.