Sobre la venida Abraham Lincoln, casi haciendo esquina con la avenida Bolívar, hay un parquecito muy bonito y placentero, en cuyo centro, sobre un austero pedestal, puede venerarse un busto dedicado a la memoria del gran Libertador de varias naciones suramericanas, Simón Bolívar.
Si no me equivoco, quien se ocupa celosamente de que cada cosa esté en su lugar en el indicado parquecito, y de que cada rosa reciba la atención requerida, y de que cada planta sea oportunamente podada, es la empresa Vimenca, vecina del parque y merecedora de las más cálidas felicitaciones por el esmerado empeño que ha puesto en mantener bello su entorno.
Todo eso está muy bien, menos un detalle que, aunque no le resta mérito a nadie, debe ser corregido sin pérdida de tiempo, y es el siguiente: flanqueando al pedestal y al busto se elevan dos enormes astas, en lo alto de cada una de las cuales ondean, acariciadas por la brisa, una bandera dominicana y otra venezolana. ¿Dónde está el detalle? En que las dos banderas deberían ser exactamente del mismo tamaño, el glorioso pabellón de la hermana Venezuela es visiblemente más grande que el nuestro, no menos glorioso que cualquier otro.
No voy a decir más. Que nadie se sienta lastimado, pero que se corrija ese desliz hoy mismo.