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Igualdad y privilegios

Vi el semáforo cambiar más de cinco veces sin que se le diera paso al carril donde me encontraba. Solo en esa intersección habían detenidas cientos de personas. Justo delante de mí una joven, pasajera de un motor, hacía intentos de cubrirse del sol mientras su expresión dejaba ver el tormento que estaba viviendo, y como ella muchos otros. Todo esto para dar paso preferente a un alto funcionario.

Sería entendible que se haga algo así para dar paso a una ambulancia o a los bomberos, pero es injusto que miles de personas se vean retenidas para darle paso a una persona. La alta jerarquía institucional no hace a alguien más persona que otra, y limitar el derecho al tránsito de una para privilegiar a otra es, por simple que parezca, un acto de discriminación.

Es una irritante práctica que por décadas ha puesto en evidencia la cultura faraónica del poder dominicano. Donde los privilegios se consideran un derecho y se institucionaliza que unos están por encima de otros.
Si los gobernantes no desean sufrir tapones, deberían velar por un sistema de tránsito más eficiente para todos. Por esa misma razón es la precaria calidad en hospitales y escuelas. Quienes administran la cosa pública no padecen sus males.
Algo similar pasa con el Congreso, que emite la ley que establece el sistema de pensiones para la población, pero ellos tienen su sistema aparte. Mientras condenan a los demás a pensiones de miseria, ellos se aseguran pensiones de lujo.
Debemos seguir trabajando en cambiar la cultura de “el poder es para servirse”, por una cultura de servicio y compromiso sinceros. Se ha avanzado, pero falta.

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