Idealismo vs realismo en política exterior

Idealismo vs realismo en política exterior

Idealismo vs realismo en política exterior

Federico Alberto Cuello

A nadie debiera sorprender el realismo del Presidente Biden. Su posición sobre Afganistán siempre fue la misma: derrotado al-Qaeda, no se justificaba la permanencia de tropas extranjeras. Así lo reiteró durante la campaña, cumpliéndolo ahora al retirarlas.

La operación “Libertad duradera” comenzó el 7.10.2001. Su objetivo principal, liquidar al-qaeda en Afganistán, fue alcanzado en breve plazo.

Luego, con el nuevo “Plan Marshall” de abril 2003, se propuso dotar al pueblo afgano de “los medios para alcanzar sus propias aspiraciones”, “su propio gobierno estable” y “un sistema educativo para niños y niñas que funcione”.

Conocer mejor la historia de ese agreste país, tumba de todos los imperios anteriores, habría templado el idealismo de la propuesta.

Luego de 178 mil vidas perdidas y US$145 mil millones invertidos en reconstruir Afganistán, el nivel de escolaridad promedio pasó de 2 a 4 años, el PIB per cápita subió de US$904 a US$2,229 y la esperanza de vida subió de 56 a 65 años, según el Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD (http://hdr.undp.org/sites/default/files/Country-Profiles/AFG.pdf).

De poco sirvieron estos logros para unificar un país tribal alrededor de instituciones centrales y recursos propios –la ayuda exterior financia 75 % del presupuesto–, educar a niños y niñas por igual e impedir el retorno talibán.

Fue con los talibanes que la administración Trump firmó la paz en Doha aquella tarde sabatina de febrero 2020, con la ausencia más que elocuente del gobierno afgano.
Apenas 18 meses después, sus 65 mil guerrilleros retoman el control del país con mínima resistencia de los casi 300 mil soldados afganos, más leales a sus tribus que al ejército.

Como demuestra el profesor Sean Kay en su “Triunfo del idealismo y retorno del realismo” (2014), el pragmatismo demostrado en la crisis de los misiles, la reconciliación con China y la prudencia frente al declive de la URSS beneficiaron más al interés estadounidense que las aventuras idealistas en Vietnam, Nicaragua y Yugoslavia.

El idealismo practicado en Afganistán fue seguido por la segunda guerra del golfo y las intervenciones derivadas de las “primaveras árabes”, permitiendo la organización de al-Qaeda en territorios donde antes no operaba. Fue el germen del Daesh, cuyos actos de crueldad en Siria e Irak no tuvieron precedentes.

El balance de esos otros procesos es aún más desalentador: millones de refugiados provenientes de los países afectados, junto al incontenible flujo de varios millones más de emigrantes económicos hacia Europa a través de Libia y Siria.

Según el profesor Kay, el idealismo vincula el interés nacional a la promoción de valores políticos absolutos. El realismo, en cambio, busca equilibrar prioridades externas y fortalezas internas.

Practicar una política exterior idealista ilustra lo difícil –y costoso– que es imponer sistemas políticos ajenos a la realidad de sociedades culturalmente diferentes.

Retomar el realismo debiera permitir una mejor asignación de recursos para cumplir con los consensos del 2015, como la agenda de desarrollo sostenible y el acuerdo de París sobre cambio climático, prioridades externas que nos permitirán a todos fortalecernos internamente, relanzando la economía mundial sobre bases más justas y resilientes.



Noticias Relacionadas