El precio de la campaña electoral, a todas luces inevitable, y del egoísmo con el que ven el mundo muchos miles de dominicanos incapacitados para asumir una instrucción pública a favor de todos, es el conjunto de medidas anunciadas por el gobierno para llevarnos a concretar por la fuerza lo que tanto nos ha costado hacer de buena voluntad.

Ha sido dicho tantas veces que debemos evitar aglomeraciones, que es legítimo suponer la existencia de algún resorte innato contra esta recomendación. Con toda la parte del día que va desde las 5:00 de la madrugada hasta 7:00 de la noche para hacer y recomponer lo que nos parezca oportuno, ¿por qué hay que exponerse a una desconsideración? Pues ha sucedido; desde el día 20 de marzo hasta el día 28 de junio, lapso en el que rigió un toque de queda ininterrumpido, se produjeron más de 92 mil detenciones de personas en su gran mayoría incapaces de acoger aquella restricción.

Siempre será posible compartir los tragos o las emociones, el baile o una conversación amena en las horas frescas de la noche, pero no ahora. Siempre será posible visitar a las amistades o a los parientes, pero no ahora, cuando nos toca hacer lo debido para poder contar con ellos más adelante.

Desde el lunes de esta semana nos encontramos bajo los efectos de un estado de excepción de 45 días. Ayer el gobierno anunció una serie de restricciones a las que debemos acostumbrarnos de la mejor manera para terminar de apurar un medicamento desagradable, pero en el que parece que están de acuerdo las actuales autoridades y las que se instalarán el 16 de agosto.

Es inevitable a todas luces. Tal vez en la cooperación esté la clave contra la mala medicina.