Sin el patricio Juan Pablo Duarte, que nació el 26 de enero de 1813, República Dominicana no viviría un presente de libertades plenas.

No habría registro histórico consistente de una lucha por un ideal.

Con Duarte, aferrados a sus ideales, tendremos futuro, contrario a lo que puedan pensar los pesimistas.

En Duarte, su ideario y sus múltiples sacrificios están la revelación y la fortaleza de nuestro presente; y además, el camino para avanzar hacia un futuro promisorio. Nosotros, como ciudadanos, la democracia, como sistema; el país como territorio, la república, como forja de los ideales de Juan Pablo Duarte.

No se trata de que mañana, día de su natalicio, nos acordemos de Juan Pablo Duarte. Durante los doce meses del año vivimos días de eterna gratitud y reconocimiento de lo que hizo y hace por nosotros, aun sus restos descansen en el Panteón Nacional.

El 26 de enero no solo conmemoramos su natalicio. Vamos más allá de esta fecha memorable: vemos en la conmemoración los sueños del patricio y los retos del futuro, los sanos intereses que defienden los políticos y la expectativa de los ciudadanos.

El legado patriótico de Juan Pablo Duarte tiene una consistencia impresionante. Y él, en lo cívico, se caracterizó por una incontrovertible visión de futuro.

En una frase planteó: “El Gobierno debe mostrarse justo y enérgico… o no tendremos patria, y por consiguiente ni libertad ni independencia nacional”. En la otra: “Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos”.

Porque en cada ciudadano que viva con expectativa, pensando en el futuro de sus hijos, en cada político que defienda con voluntad el derecho y las libertades de cada dominicano hay un Duarte vivo. Con Duarte, aferrados a sus ideales, tendremos futuro, contrario a lo que puedan pensar los pesimistas.

Celebramos vivir bajo un sistema democrático, gracias a Juan Pablo Duarte, Padre de la Patria. Ideólogo, y forjador de nuestra nacionalidad, que nació hace 206 años, un día como mañana.