He escrito varias veces sobre la impuntualidad como una característica deleznable y perjudicial del pueblo dominicano.
Pero nunca tuve tantos motivos para hacerlo como ahora, al leer la crónica de lo que pasó el fin de semana pasado en una sala de fiesta de esta Capital, cuando un artista que había anunciado su show para las nueve de la noche hizo su aparición ¡a las tres de la madrugada!
Lo peor del caso es que buena parte de la asistencia al evento permaneció allí hasta esa hora, avalando y premiando así la inconducta del artista, de sus manejadores y del centro de diversión.
Lo más probable es que, con ese ejemplo, la próxima vez ocurra igual y se vuelva a rendir homenaje a la impuntualidad.
La República Dominicana debe estar ganando la fama de ser una de las naciones más impuntuales del mundo.
Aquí la gente no se avergüenza por llegar tarde a los compromisos, exhibiendo así una conducta irresponsable y desconsiderada para con los demás. Los primeros que deberían dar la tónica son los funcionarios del Estado, con el presidente Fernández a la cabeza.
Si el Presidente llegara puntual a sus citas, estoy seguro de que todos los adulones cercanos también lo harían y por el efecto dominó, las cosas fueran distintas en este país.
Mientras tanto, Su Majestad la Impuntualidad sigue reinando.