A los que nos ha tocado vivir en este tiempo, era mediática, de grandes avances tecnológicos pero de una gran ausencia de amor al prójimo, se nos hace cuesta arriba entrar a los medios de comunicación y no entristecernos y preocuparnos, ya que al abrir los titulares de cualquier medio periodístico, solo encontramos en ellos, una cuota creciente de noticias de abusos, muerte y destrucción, y no precisamente en un escenario bélico.
Desde tiempos y más tiempos el hombre ha tenido que lidiar con las injusticias, la esclavitud y otras tantos flagelos que acaban con minar la existencia de los más desposeídos, tarea aprendida… pero ahora, se está librando una batalla diferente, una guerra donde no hay un lugar específico, ni una estrategia definida y esa batalla se llama inseguridad y la misma tiene muchas vertientes.
Este combate generador de violencia (en todas las manifestaciones): terrorismo, corrupción, abuso infantil, violencia de género, ansias de poder nos puede tocar y minar nuestra integridad física y emocional en cualquier lugar y hora y es por lo que la confianza en el otro, es la gran ausente.
Pero dentro de este escenario hay esperanza, Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones y hay un pasaje bíblico que nos llena de certidumbre y dice…¨porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza, Seguridad mía desde mi juventud.» Salmos 71:5
Dios nos ha llamado a no amedrentarnos ante las circunstancias, con El somos más que vencedores, pero para esto debemos tener nuestras lámparas espirituales llenas de ese aceite fresco que tienen sus componentes basados en la Palabra de Dios, ¨Lámpara es a mis pies tu Palabra y lumbrera a mi camino¨.
Caminemos de la mano con Dios, demos por gracia lo que por gracia hemos recibido, alcemos nuestros ojos al Señor pidiéndole cobertura y sabiduría para vivir felices en medio de la circunstancias, sin amedrentarnos y sobre todo confiados.
No dejemos que la ansiedad nos robe el deseo de vivir y de disfrutar lo que Dios ha creado para nosotros, vivamos en koinonía con nuestro Señor, involucrándolo en cada accionar de nuestras vidas, que Él sea nuestro Dios, redentor, salvador, médico por excelencia, sicólogo, amigo fiel y sobre todo, hagámoslo sentir que valoramos todo lo que Él es para nosotros.
Dios te bendiga!!