Hasta luego, mamá

Hasta luego, mamá

Hasta luego, mamá

Claudio Caamaño Vélez

Con lágrimas en los ojos redacto este escrito. Tenía otro, pero la voluntad de Dios me sorprendió hoy con el fallecimiento de mi madre: Fabiola Julia Vélez Catrain.

Tenía varios meses combatiendo contra un cáncer de pulmón muy agresivo. Luchó como una guerrera, siempre sonriente y optimista hasta en los momentos más críticos de su enfermedad. ¡Cuánta capacidad de resistir el dolor y transmitir alegría!

Dormí junto a ella su última noche, ingresada para un procedimiento. Se levantó muy animada, me dijo: “hijo, después de la biopsia, para que me mandes a pedir un cerdo agridulce”.

Mi madre luchó toda su vida, desde adolescente en España contra Franco, luego junto a mi tía Vicenta ayudándole a criar los hijos menores de Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Conoció a mi padre al regreso de la Guerrilla de Caracoles, y lo acompañó durante los entrenamientos para la segunda guerrilla junto a Manfredo Casado Villar y Toribio Peña Jáquez. Se entrenó en guerrilla urbana, aprendió a usar ganzúas, reparar fusiles, lanzar granadas y tácticas de inteligencia.

Cuando mi padre fue apresado no lo dejó a pesar de haber sido condenado a 30 años de cárcel. Lo espero en Cuba casi tres años hasta su indulto. Mientras tanto, se graduó con honores de licenciada en economía.
En 1979 vienen a vivir al país. A sabiendas de los peligros de vivir junto a mi padre, jamás dudó. A pesar de dificultades que pasamos como familia, jamás dudó.

Junto a mi padre crió peces, crió cerdos, sembró frutales. Así levantaron nuestra familia.
Vivió con valentía el asesinato de mi hermano Francisco y fue a cerca de cien audiencias buscando justicia. Asumió estoicamente la muerte de mi padre y se dedicó a mantener en alto su legado.

En la luchas sociales, estuvo en todas,
4 %, Cadenas Humanas, Macha Verde, Plaza de la Bandera, y muchas otras.
Mi madre es el ejemplo de mujer dominicana que deseo para mi país: trabajadora, valiente y luchadora, con un sentido claro de la justicia social y el amor al prójimo.

Cómo dice Eligio Antonio Blanco Peña “El Pai”: “Hay muertos de mucha vida, y hay que morir para vivir”.
A pesar del dolor que siento al despedir a mi madre, no olvido lo afortunado que soy de haber tenido una madre de la cual sentirme orgulloso por el resto de mi vida. Doy gracias a Dios por cada día a su lado.
(Mi madre era la principal correctora y difusora de mis escritos).



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